domingo, 23 de agosto de 2015

LA GEMA ESCONDIDA

La pluma quiere escribir, pero afloran tal cantidad de imágenes, sonidos y añoranzas, que desearía sellarlos con el lacre de aquellos instantes existidos repletos de alegría, algún que otro dolor, trabajo intenso, un sinfín de risas y llantos, juegos, paz… Un sello acicalado de múltiples colores y texturas que, avivado con la llama de lo frecuente, se fundiera de manera despeinada, bosquejando la maravillosa imagen de la vida.

La tinta pizpireta tiene envidia de la sangre que aviva el ser, y se pasea investigando con interés el corazón. Allí, realizando innumerables danzas, adorna con sus agiles pliegues los rincones más oscuros, aflorando en ellos una savia renovada, que acompaña al recuerdo con la alegría sincera de lo vivido.

Bañada en delicada luz persevera nuestra existencia, con una claridad que alberga quizás un adormilado entusiasmo pasado. Esa luminaria impide asomar la desazón, que brusca y peligrosa, quiere hallar el espíritu. Solo la tristeza proporcionaría una catástrofe ingente, por eso no hay que dejar que la melancolía impregne nuestro ser.

La causa de la alegría, es esa gema escondida que luce y lucirá siempre. Dorada por el sol que la irisa, su resplandor hace que emerjan de ella incontables rayos espléndidos que a todo ser llega. Es entonces cuando el alma rendida quiere darse a conocer, y luciendo sus mejores galas aparece optimista, esperanzada, alegre… ¿Creías dulce amor que ya no lograrías amar más? 

¡Qué dicha el soñar llenar tu puerta argentada de infinitos besos para que nunca te falten, y que gusto despertar anhelando en secreto todas tus miradas, que escondidas, miman con el calor de la confianza y del cariño!

La pluma quiere escribir, y el corazón conmovido corteja a la razón para que, encaramada en su torre, escuche su tonada enamorada.

Lacrado y sellado.

martes, 11 de agosto de 2015

PAZ

Cruzando atolones fundidos en destellos preciosos, descubrí embelesada el nacarado alarde de la laguna, que en aquel instante me pareció infinito, por la celeridad del océano en alcanzar la arena. Es magnífico todo lo que revela la contemplación.  

Más allá del arrecife, en las montañas escarpadas, afloraban conchas arrastradas por la corriente. Se asemejaban a pequeños palacios, que escondidos en el gran azul, luchaban por pasar desapercibidos y vivir en sosiego por toda la eternidad. 

Los dorados reflejos de sus capuzas, regalaban bajo la espuma fresca su esplendorosa simplicidad, y concedían el obsequio de un tintineo alegre y vivaracho al encontrarse con la roca. De allí nacían las melodías que, alentándome a la aventura, me instaban a perseguir el vaivén de las olas. Escuchando aquella armonía, pensaba que era una suerte maravillosa poder acompañar su son.

Acudir a la cita del momento no era fácil, pero intensamente apetecible. Los acantilados orgullosos no saben de delicadezas ni tampoco de amor, por ese motivo se alzaban impertérritos no dando cabida a preocupación alguna. Ellos recordaban el perfume que les visitó, el cual, sondeando sus tallados rincones, esculpió un sentimiento pétreo en algún que otro corazón, marcando con gran aplomo su existencia.  

La espuma nacida del mar acudía a abrazar la tierra, y allí ambas se aliaban para volver a tornar. Quizás partían acompañadas de algún que otro coral, o de perlas finas desprendidas de sus mansiones, acaso por ventura, de fresca hiedra arrancada de alguna atalaya…

La mirada del océano me alcanzaba, y con su sinfonía penetrante me cautivaba de tal manera, que traspasándome con su tonalidad, me hacía completamente transparente. En ese encuentro agradable e inesperado, la brisa salada abanicaba un alma que, refugiándose en la verdad, vivía colmada de paz.

Cruzando atolones fundidos en destellos preciosos nacarados, descubrí embelesada la fuerza de esa criatura, la cual repleta de vida, abrazaba con su burbujeo todo aquel rompiente.


lunes, 3 de agosto de 2015

DÍAS DE DESCANSO

Voy a descansar unos días, por ello las publicaciones serán más espaciadas.
Mil gracias a todos.
Hasta muy pronto.

EL AMAR DEL CORAZÓN

¿Quitarías un rayo de sol al día?
Sería suicidio, oscuridad celeste,
porque por poco que se le reste,
el astro necesita de su total energía.

Así es la vida del corazón,
muy  lleno solicita estar,
y es lo que hay que adivinar,
¿De qué embriagarle con cierto tesón?

Si de cosas vanas se ocupa,
de ternura hay que colmarle,
y conseguir de un amor hartarle,
así de suerte ya no preocupa.

Para ablandar cualquier corazón,
respetando su néctar sutil,
háblale bajito en su veril,
y abrázale con tierna sazón.

Esperar que el corazón contente,
y al mirar su crisol henchido,
de surco irisado renacido,
alentarle a que torne naciente.

Amar, y por amar dispuesto a sangrar.
Que de esta suerte después de la muerte,
fijada para siempre queda nuestra suerte,
y por tanto, amando lleguemos a amar.

Porque solo se ama en la vida,
aprovechemos toda ocasión,
la confidencia, afecto, lealtad y unión,
lograrán la mejor acogida.

¿Quitarías un rayo de sol al día?
Si se dejara de amar, se moriría.