jueves, 22 de octubre de 2015

¡A OTRA COSA MARIPOSA!

Quizás hoy, lo peor de mí salió como lava de volcán hacía ninguna parte. Son las cosas ordinarias de la vida, que a veces caen sobre nosotros en avalancha, en el instante preciso en que disfrutamos de un momento de paz. Como no lo esperamos nos sorprende, y al ser personas humanas, normales y corrientes, esos traspiés que acontecen, exasperan la tranquilidad de la que estábamos disfrutando.

Quizás hoy salió lo peor de mí… Los volantes granas de mi ánimo, cortaban alborotados el aire que acompañaba a las bulerías de mis sentimientos. Éstos, llenos de lunares blancos, entonaban en ese momento un lamento taciturno, quieto, y de modo inusual, silencioso. Me quejé, me enfadé, el ceño se frunció… ¡Qué mal!, diría alguien a quien quiero. En ese momento te miré y musité: “Ni con palos aprendo”. ¿Cuánto tiempo tiene que pasar para que me dé cuenta, asimile, y corresponda con mi vida?  No fui capaz de responder…

En ocasiones, cuando aparecen estos sucesos, en un primer momento duelen, y no reconozco entonces, que aflorando en mi camino, son trochas que una vez paseadas en los atardeceres que enamoran la soledad, me llevarán lejos, muy lejos…  Y es que la bruma me enseña que son caricias risueñas que, si las aprovecho, no paran de renovarme. Qué tristeza da desperdiciarlas..., por eso es alentador prepararse para acometer con buen ánimo y valentía la siguiente ola que embestirá en cualquier momento, e invariablemente de imprevisto. ¿Cómo me encontrará la próxima vez?

Al momento, surge el discernimiento, la comprensión de la imperfección de la condición humana, y en seguida se vuelve a alegrar el corazón como si de un niño despreocupado se tratase, porque nuestra existencia va de tropezón a resbalón, así aprendemos, y nadie nos aguantaría, ni siquiera nosotros mismos, si nos creyéramos excelentes.

Quizás hoy salió lo peor de mí…

Menos mal que el talante cambió enseguida, y…  ¡A otra cosa mariposa!


lunes, 19 de octubre de 2015

RIZOS

Aquella luz sutil que, juguetona se colaba en la habitación, sacó de mí una sonrisa cuando más lo necesitaba. Ella fue quién me hizo caer en la cuenta, de esa vida que oculta existe, y solo asoma cuando la claridad llega.

Como si se tratara de un vendaval, advertí sorprendida que los rizos alocados del cabello, se enredaban muy lejos de mí. Aquello parecía una rama naciente de un marjal, aunque mis esfuerzos afanados, no lograron divisar con nitidez, qué era en realidad.

No dolía el tirón, pero sí el desgarrón que producía el renunciar al lugar donde me encontraba feliz. El temporal no se hizo sentir con toda su fuerza, sino que poco a poco, iba tirando de mí, apartándome de aquello que apreciaba… Una primera vez, derribó lo que asía con mis manos; después, izándome lentamente, me elevaba alejándome de aquel terreno que amaba; y ya una vez distanciada a la fuerza, solo me quedó la amorosa mirada que, desde la altura, no podía apartar de aquella rosaleda.

Sin embargo, la confianza premia su asimiento, y con gran alegría advertí mientras me alejaba, cómo las rosas iban abriendo y embelleciendo aquel jardín, que lleno de hermosura, albergaba con amor el mayor tesoro que había conocido.

¡Vaya condición que me rinde!, ¡Nunca se me habría ocurrido ser partícipe de tal perspectiva!… Por eso desde aquí, a partir de ahora, en las mañanas, me pondré mi rojo favorito, para que aquellas florecillas al notar el carmesí, se sientan amadas de verdad por un corazón siempre jugoso, que no quisiera dejar de palpitar por ellas. Por las tardes, robaré a la naturaleza un esmeralda, que irisado por el sol del atardecer, no se aparte nunca de aquellos rostros, dibujando sus sonrisas. Y en el descanso, las abrazaré con el pálido hálito de la luna, para arrullar sus sueños, y acompañarles en el despertar..., de ese modo nunca sentirán soledad.

Reconozco mi limitación, no obstante la luz alimenta mis alas, y las hace volar solemne y libremente hacía el sol. De tal manera es así, que andando por el cielo, me dejo caer para acariciar la sedosa y lozana tierra, y atónita observo que es agraciada en sus diversas texturas, aromas y colores. Llena de alegría por tal paseo, respiro esos perfumes, alimentando mi interior de la esencia viva y fresca de aquello que todo lo contiene.

Aún penden los rizos traviesos que abrazan con cariño aquellas florecillas, las cuales, sin saberlo, embellecen esa esquina de nuestro planeta.


jueves, 8 de octubre de 2015

COPOS DE NEVISCA

Si quisiera pintarte, lo haría con los ojos cerrados. Tu imagen sé de memoria, porque esbozada está toda en mí. 

Escuchando el eco de mi respirar pienso, "tantas veces te veo sin verte, que no entiendo porqué no te tengo más presente". No sé explicarlo, pero te siento profundamente. Aprecio en mí tu tristeza de una forma límpida y real; tus alegrías bailan conmigo como mariposas enamoradas de la luz que las irisa. Entreveo de un modo inefable cómo te sientes, y así, de manera extraña, se une a ti mi vida en los mismos sentimientos.

La música, que acontece con insistencia, sé bien que es para mí, y me hace fuerte no dándome recelo esta locura en la que soy, pues comprendo que asiéndome con fuerza a ti, correteo por esta tierra segura y feliz. Advierto entonces que tu linaje acompaña a una estrella prestada, que con ánimo bailarín, impulsa su quehacer con grandeza de aventura. En aquella hora, con exquisita deferencia, la envuelves en pequeños copos de nevisca, los cuales, atravesando despacio el cabello, preparan su descanso en el rostro que los acogerá.

En ocasiones clamo que no encuentro la luz, y es difícil hallarte. ¿Dónde estás?, no percibo tu fuego, ni siento tu calor… Cuando esto sucede, torpemente entorchada por la pena de no encontrarte, me enredo en la maraña de la soledad. Entonces, el desierto me acoge, y al cubrirme de su tesoro áureo, realza el llanto cobijando en sí un vergel precioso, que despierta la viveza por encontrarte de nuevo.

Si la mirada rebusca, solo bruma distingue, pues llegó la tempestad, y no deja abrir los ojos, que así se llenan de suciedad, por una polvareda trenzada en derredor. Rotando la arena, se clava como alfileres por todo el cuerpo, y sin darme cuenta, en ese mismo instante, se desvela la renuncia.

Sin descanso, cuando peor es el momento, las angustias surgen como bestias, que fuera de sí, vienen a devorar todo lo que encuentren. Arropo entones mi rostro con las manos, y plisada en mí misma, espero la inminente dentellada. El silencio, loco, me grita… 


Abandonada incluso por mis pensamientos, me sorprenden los besos que vuelvo a encontrar cuando la nieve reaparece y me lava. La paz me alcanza, y como si se hubiera tratado de un simple mal sueño, quedo tranquila y feliz sabiéndome en Ti. Ya no hay desierto, ni vergel, ni tormenta, ni arena… Solo tu abrazo percibo, y vuelvo a ver en el Cielo ese tesoro de luz, que me hace recordar tus copos de nevisca.