Quizás hoy, lo peor de mí salió
como lava de volcán hacía ninguna parte. Son las cosas ordinarias de la vida, que
a veces caen sobre nosotros en avalancha, en el instante preciso en que
disfrutamos de un momento de paz. Como no lo esperamos nos sorprende, y al ser
personas humanas, normales y corrientes, esos traspiés que acontecen, exasperan
la tranquilidad de la que estábamos disfrutando.
Quizás hoy salió lo peor de mí… Los
volantes granas de mi ánimo, cortaban alborotados el aire que acompañaba a las
bulerías de mis sentimientos. Éstos, llenos de lunares blancos, entonaban en
ese momento un lamento taciturno, quieto, y de modo inusual, silencioso. Me
quejé, me enfadé, el ceño se frunció… ¡Qué mal!, diría alguien a quien quiero. En
ese momento te miré y musité: “Ni con palos aprendo”. ¿Cuánto tiempo tiene que
pasar para que me dé cuenta, asimile, y corresponda con mi vida? No fui capaz de responder…
En ocasiones,
cuando aparecen estos sucesos, en un primer momento duelen, y no reconozco entonces, que aflorando en mi camino, son trochas que una vez paseadas en los atardeceres
que enamoran la soledad, me llevarán lejos, muy lejos… Y es que la bruma me enseña que son caricias risueñas
que, si las aprovecho, no paran de renovarme. Qué tristeza da desperdiciarlas..., por
eso es alentador prepararse para acometer con buen ánimo y valentía la
siguiente ola que embestirá en cualquier momento, e invariablemente de
imprevisto. ¿Cómo me encontrará la próxima vez?
Al momento, surge el
discernimiento, la comprensión de la imperfección de la condición humana, y en seguida
se vuelve a alegrar el corazón como si de un niño despreocupado se tratase,
porque nuestra existencia va de tropezón a resbalón, así aprendemos, y nadie
nos aguantaría, ni siquiera nosotros mismos, si nos creyéramos excelentes.
Quizás hoy salió lo peor de mí…
Menos mal que el talante cambió
enseguida, y… ¡A otra cosa mariposa!