Esos ojos, me intrigan…, hablan sin mirar, y mirando no sé
si consiguen conversar. Expresan la reflexión, de quien busca el momento
esperado para pronunciar sus palabras.
Dicen que en la guerra nunca se sabe cómo irá la batalla, y que por esta
razón, se camina cada día con la cautela de la lucha bien definida,
perfectamente organizada. Mas en ella hay soliloquios que hieren, creando
desiertos cuya arena esconde durmiente la alegría. Es entonces cuando surge una
pregunta: ¿Habrá felicidad en la habitada aridez? Quizás, sea en este trance cuando resplandezcan luces nuevas dentro de
nosotros, y en un insignificante segundo, llegue el movimiento, cautivando lo más
profundo de nuestras almas.
Es obvio que la felicidad existe cuando te das por entero; que cuanto más
amamos, más felices somos, y por este motivo, no importa perder la propia vida; ¿para que la queremos si no? A la sazón, si se consigue
algo egoístamente, es porque no fuimos conscientes de ello; y si alguna vez se
frunció el ceño, la razón es, que se nos escapó sin querer el gesto.
Es así que la vida va esbozándose entre alegrías, y soplos jaspeados de algún
que otro cansancio. Ahora aprehendemos el índigo, que iluminado por unas
coordenadas distintas, no puede confundirnos, pues en su azur reside el
Esplendor. Es de esta manera que la brisa, acogiendo alientos helados que le llegan,
los trueca al instante en cristales preciosos…, y entonces, súbitamente, aparece
un oasis en aquel páramo.
No se puede obviar que ésta, es una dedada de miel que sorprende, envuelve e intriga, dilatando aquellas pobres miras
que albergamos. De lo invisible, nacen llamas diversas que provienen de una
hermosa hoguera, cuya lumbre delicada y agradable, no se esperaba.
Henchidos por tanta pasión, queremos detener la ventisca para conquistar dominios que creíamos imposibles; y por fin, luchamos por reconquistar, aquellas grandezas
extraordinarias que viven ocultas en las simas más profundamente olvidadas de nosotros mismos.
Conquistaremos con nuestra pericia, este nuevo océano velado y lleno de vida
que desconocíamos, e impresionados por nuestro propio aliento, gustaremos del
perfume de lo que vive, no existiendo en nuestro camino obstáculos invencibles.
¡Qué hermoso es acicalar la vida con la suave rutina de los sucesos de la
jornada, involucrando a todos los que pasan en un sinfín de correrías!… Son
lidias llenas de victorias y derrotas las de cada día. ¡Qué fortuna! Mira, existen otros
rubíes que no buscábamos, y aquí están.
¡Trabaja…, trabaja, por favor!
Enorme srta. Carmey!!
ResponderEliminarFíjese que ni siquiera voy a intentar ahondar....más que nada, porque me preocupa más lo que no consigo ver...que lo que veo....
Me encanta que siga escribiendo con fluidez....un saludo
Gracias srta. Anónima, siempre tan atenta y animante.
EliminarImpresionante!! no tengo palabras..me ha encantado!!muchisimas gracias. un besote gordo M
ResponderEliminarMuchísimas gracias a ti solete. Espero estés descansando. Coge muchas fuerzas, disfrutaaaaaa. Besos gordos
Eliminar