El preludio que escuchaba, hacía volar
mi pensamiento a la expresión de tu sonrisa. Ella es aquel regalo del que
disfruto, no solo cuando cierro los ojos y te veo escondido en mí, sino también
en aquellos momentos en los que observo las miríadas de miradas que se cruzan
con la mía cada día.
Ya era tarde, y sin darme cuenta me encontré
saltando las gotas que caían con ímpetu en el pavimento rojizo. Me mojé, me
impregné de tu llanto…, aquel que nunca vi en tu rostro, pero que empapando mi
corazón, hacía correr mucho más rápidamente la sangre por mis venas. Tu
sollozo caía, y bañaba la tierra como si ésta, sedienta de afecto, anhelara a
gritos agua de cariño para su sed. Llorabas con tal congoja, que pensé que
Dios no mandaría nubarrones nunca más.
La reflexión parlanchina, aflora con ocasión y sin
ella, y esta vez me llevó a preguntarme ¿Por qué de vez en cuando disfruto tanto?
No sé la razón, y en esta vida nunca la sabré. ¿Por qué enloquezco con las cosas
más pequeñas?: Una brisa que besa a su paso, un rayo de sol que me estremece,
el perfume de una pequeña flor, la grandeza de una sonrisa que llena mi corazón,
un apretón de manos sincero, una mirada cariñosa, las gotas de lluvia que besan
mi rostro… Si, a veces enloquezco con estas cosas.,,, y mientras, sigo saltando entre la lluvia, que atrapándome
en su telón, no me deja ir.
Durante aquel chaparrón, miraba la plaza antigua, y
me llevaba hacia ella un sorprendente aroma a café recién hecho. La cortina de
agua parece velar mi vista, y al apartar con mis manos la humedad de mi rostro,
una ráfaga de viento me lleva a un precioso pozo, que henchido de lilas en
primavera, alberga el almacén de tantas abejas juguetonas, que ahora escondidas,
no quieren despeinarse con el agua.
El empujón del pequeño torbellino, me hizo fijarme en una veleta de colores que no paraba de girar en aquel simpático tejado, y como si
de un carrusel se tratase, bailaba sin cesar, invitando a los paseantes a acompañarle
en sus graciosos tirabuzones.
Existen instantes increíbles que, aunque vividos rutinariamente
con anterioridad, se descubren en un momento determinado de la vida. Por eso,
mirando hacia arriba, se alegraba un corazón al recibir la frescura de la lluvia
que enciende sosiegos.
No se puede parar de sonreír, al escuchar el canto
de la caricia del agua, que enamora la tierra que la acoge. Es en ese
momento extraordinario, donde se serena el espíritu…
La noche ha pasado, y el amanecer es gris en la
ciudad…, pero en mi alma brilla un sol espléndido. Es tu sonrisa, que nunca me
abandona.
Muy bonito Srta. Carmey....tu sensibilidad aflora en cada palabra....no siempre vas a mostrar esa fuerza que posees...hay una cosa que me encanta...y es tu visión y el disfrute por los pequeños detalles....en esta vida frenética que llevamos, nos olvidamos con frecuencia de disfrutar de ellos... Con este posts en particular se me ja ocurrido algo...;)
ResponderEliminarSrta. Anónima: ¡Miedo me da su ocurrencia...!
EliminarEl otoño nos baña de una belleza especial. Es un buen momento para que no se nos escapen cosas pequeñitas.
Me alegro que te guste.