Recuerdo con claridad,
una especial Navidad.
No ayudé gran cosa, lo sé…
pues no sabía muy bien qué hacer.
En un portal pequeñín,
con asombro vi a un Chiquitín;
mi abuelo me lo acercó,
y el regalo de mi beso en su mejilla
quedó.
Papá contaba la historia de la
Sagrada Familia,
y mamá situaba en su sitio a la
Virgen María.
Mis hermanos alegres jugaban con
algunos pastores,
yo entretanto con la abuela, ponía mil
verdores.
Deseaba que aquel Niño con sus
ojos me mirara,
quería hacerle sonreír, pues sabía que
me amaba.
¿Cómo puede quererme tanto este Bebé tan pequeño?
y la abuela me decía:
“Nació ya con
el empeño de querernos
más que nunca,
de buscarnos con
denuedo, de atraernos a
su cuna.
Ya no creas -me contaba-, en tan poco tu presente,
y dile a Jesús
con ternura: “yo te quiero para siempre”
María
Carmey