lunes, 29 de junio de 2015

"ALETAS", un cuentecillo

Hace algún tiempo estuve un verano en Pamplona. No conocía esa ciudad tan bella, cuajada de vida y tradiciones. Me dio la impresión que sería un estío diferente…, y así fue.

En realidad, allí todo tenía un color peculiar, y un olor incomparable. Recuerdo esas sensaciones como si estuviera allí ahora mismo.

Una mañana, al terminar nuestra hora de deporte, volvíamos caminando por el campus universitario, charlando con gran camaradería. Nuestras risas nos rodeaban amenizando el camino hacia nuestro destino.

Al cruzar la carretera y poner los pies en el césped de nuestro colegio mayor, de repente, me transformé por un momento y sentí como si fuera una gasa etérea movida por un leve soplo de aire. Bailaba hasta posarme de manera suave y elegante en la alfombra verde y fresca que tenía bajo mis pies.  ¡Nunca antes había pisado un césped tan mullido y cuidado!

Mis amigas siguieron adelante y como había tiempo de sobra hasta la hora de la comida, decidí quedarme a disfrutar de ese momento espléndido.

- ¿No vienes?- dijo Alicia-.
- Seguid vosotras -contesté-. Iré en un momento.
- Ok, See you!, repusieron a coro, alejándose de forma despreocupada y jovial.

Tumbada boca arriba, miré al cielo y era una ocasión espectacular. Me brindaba un azulado intenso, sugestivo; abundaban como festones blancos aquí y allá, enmarcando esta instantánea sobre los pinos altos y voluminosos que me rodeaban. Ellos, eternos vigilantes mudos, me contemplaban impasibles apuntando sus vértices hacia el universo. Diríase que indicaran con el aplomo que concede la edad, que la belleza no terminaba ahí; antes bien, continuaba con aquella amplitud infinita en la misma dirección.

Noté unas cosquillas en la mejilla y me rasqué instintivamente, de forma compulsiva.

- Por favor, ¡Paraaa!… -me espetó una voz misteriosa procedente de no   sé bien qué o quién-.
- ¿Quién eres?, ¿Dónde estás? –respondí-.

  No sé como sucedió, pero había… ¡¡algo posado en mi nariz!!

- Bonjour madeimoselle!! –continuó diciendo aquella voz-. Mi nombre es Aletas y soy un pez de ensueño.
- Bien –respondí desconcertada- ¿Y qué haces en mi nariz hablándome?
- Estoy dando una vuelta sobre ti.- continuó sin temblarle la voz ni un ápice-. Suelo hacerlo de vez en cuando, sobre todo cuando estás    tranquila.

Le miré despacio, fijándome con atención en sus hermosas aletas. Eran realmente fascinantes, de colores delicadamente irisados, de una textura suave, vaporosa y con un cierto aire distinguido.

- Tienes unas aletas preciosas, de muchos colores –comenté  desconcertada por lo extraño de la situación. Comentario simple típico   del que no sabe qué decir y, mucho menos, qué hacer-.
- Ya lo creo, y son “fenómenas”, no sabes cómo giro y derrapo cuando cojo un poco de velocidad… ¡es una pasada!  Ahora deberás perdonarme  pero tengo que dejarte y seguir con mi exploración.
- ¡Pero bueno! –dije airada por su descaro- ¡Esto es la monda! y yo ¿qué? 
¿Es que no pinto nada? Tendré que darte permiso ¿no te parece?

Todo fue inútil, desapareció tal y como vino.

Tardé un poco, pero volví a serenarme. Mi pensamiento me hablaba: “Desde luego guapa, estás fatal. ¡Mira que hablar con un pez en tu nariz!”…

Pero Aletas fue poco a poco nadando en mi contorno. No sé cómo ni por qué, pero me daba perfecta cuenta de lo insólito que puede resultar que te cuenten algo así.

Cuando llegó al hombro izquierdo, fue derechito hasta mi corazón, y allí se paró.

- ¿Por qué te detienes? -le pregunté-
- Este es un lugar profundo –contestó con decisión-, digno de inspección… 
¡Qué aventura!
- ¿Es tan hondo?- quise saber más-.
- ¡Eh…. Sip!, -dijo con un tono graciosillo-. Es más, no sé si llegaré al abisal, pero haré todo lo que pueda.

Estaba tan cómoda y relajada que aunque pensé: ¡tendrá caradura este pececito!, le di permiso para la anunciada inmersión con tal de que me dejara tranquila un momento.

El pececillo exploró los primeros metros y…

- Oye, oye, aquí Aletas, ¿me escuchas?, ¿quieres saber lo que veo?
  No podía dar crédito a lo que escuchaba. ¿Es que no se puede descansar aquí?
- A ver, ¿Qué ves?- me dejé impresionar un poco más-
- Pues…, hay algo parecido a un arrecife de coral. ¡¡Oyeeee, qué bonito!! Las aguas pelirrojas están tranquilas y se ven algunos bancos de luces.
- Serán más peces –precisé-
- Nada de eso, son luces. Algo así como diamantes unos y otras luces más pequeñas se asemejan a brillantitos. También hay rubíes, y descubro ahora alguna que otra esmeralda y amatista…
- Y… eso ¿es bueno o es malo? –musité un poco asustada-
- Oh!! Es muy bueno. No te dará un infarto por eso –contestó con una carcajada-

Mientras me hablaba, forzaba a mi imaginación para hacerme una idea de todo lo que Aletas me estaba contando. Hubo silencio durante unos minutos, y de repente:

- ¡¡Inmersión al 2º nivel!!..... Pero ¿Qué pasa?, ¿Qué movimiento es este?
  -El susto que me dio con tal chillido hizo que mi corazón bombeara con fuerza-.
- Casi me matas del susto Aletas –dije con voz grave-
- Perdona, sólo quería informarte de la 2ª fase.
- Bien, gracias ya me has informado. Ahora, silencio por favor.

Durante un  lapso de tiempo, quise explorar el perfume, los sonidos, la sensación de mi cuerpo mullido en ese jardín, rodeada de finas hojas lozanas y frescas que me proporcionaban un colchón extraordinario.

El aroma era suave, pero con “cuerpo”, es decir, me llegaba el perfume del césped, de los abetos, de los pinos…, pero también recibía el abrazo de un campo cercano lleno de jaras y macizos de azaleas; se podría decir que fue un conjunto de fragancias que me perfumaron absolutamente.

Al poner atención, escuche el silbido de la pequeña brisa sobre el verdor donde descansaba y entonces, me hubiera gustado hacer el ángel, igual que lo hacía de niña en la nieve.

¡Qué gusto! porque…

- Hola, hola. Aquí Aletas ¿te cuento lo que veo?

Poco duró la tranquilidad.

- Sí, sí, por supuesto. ¡Cuenta!
- Pues, en esta zona hay menos luz; menos mal que traje mi linterna de  explorador. A ver, a ver…  Bueno, hay una especie de conchas llenas de flores. Parecen margaritas o algo parecido. Son muy graciosas porque se mueven rodando sobre sí mismas.  Pero… ¿qué es esto?
- Qué has visto?, Dime. –me asusté un poco-
- Algo oscuro, con cosas oscuras que no llego a saber qué son. Parecen tener ojos. Sinceramente, no me gustan nada, me ponen “las espinas de punta”…
- No te acerques Aletas. ¿Qué será eso? ¿Qué podemos hacer?
- Tengo órdenes de confiscar estas cosas, si las encontraba aquí.  En esta pared, con unos barrotes de algas viscosas, las dejo inmovilizadas en un santiamén.

Me dio una vergüenza horrorosa que Aletas viese lo peor que hay en mí. Además luego pensé ¿De quién recibía esas órdenes? Pero con el susto y la vergüenza, se me olvidó preguntarle.

Lo bueno, es que sabía perfectamente cómo hacer desaparecer esas cosas tan asquerosas y tomé la decisión de hacerlo ese mismo día, inmediatamente.

Después de esto, no pude relajarme más. Quería saber qué hacía Aletas, qué encontraba, cómo iba…

- Aletas, ¿me oyes?  (Como alguien me vea hablando sola aquí tumbada, me internan de inmediato) –pensé-.
- Hola, hola… aquí Aletas. Ten-go    alg-u-na-s   in-terf-e-ren-ci-as
- ¿Ves algo?
- Na-da,  abs-olu-tame-nte  n-a-da.  Ah!!  Oh!! Es-per-a…

Le oigo hablar con alguien, las interferencias han cesado.

- “Disculpe señor ¿no le importaría acompañarme con su luz a explorar esta cuevecita?    “Muchas gracias, es usted muy amable.”
- Hola,  hola…, No te preocupes, todo arreglado. Ya te contaré si encuentro algo. Corto y cierro.

¡¡Será posible!! ¿Con quién habló este pececillo? 

Estaba muy nerviosa y no quería moverme para no entorpecer la aventura de Aletas. Estuve quieta durante mucho tiempo.

Ya no llego a comer, pensé. Bueno, merendaré un poco más, qué se le va a hacer.

- Hola, hola…
- Dime.
- ¡No te lo vas a creer!
- ¿Qué pasa Aletas? ¿Has visto algo?
- Sí chica…, tienes un TESORO enorme aquí abajo. ¿Te das cuenta?
 ¡ERES RICA!

¡Un TESORO! –pensé sonriendo-.

- Oye, ¿no será pirata verdad?
- Ja, ja, ja No lo creo. Aquí pone tu nombre y bien clarito. Vaya, vaya… qué calladito te lo tenías.

¡Un TESORO! –seguí interesándome-

- Sí -dijo Aletas-, y es un tesoro enorme, precioso, todos vosotros tenéis uno.  Pero…
- ¿Pero qué? –respondí nerviosa-
- Algunas piezas no están bien cuidadas ni engarzadas; otras tienen algo de suciedad y veo minúsculas partículas pegadas. Hay unas que están inclinadas y que si caen, pueden romperse. Advierto también alguna que otra tela de araña además de unas menudencias desperdigadas.

Mi rostro debía estar asombrosamente raro, a juzgar por la expresión de Marian que vino a buscarme y zarandeándome me despertó.

- ¿Te encuentras bien? Te has quedado dormida. Nos tenías preocupadas.
- E e estoy bien, gracias.

Me incorporé y fui con Marian al comedor.

¡Solo había sido un sueño! Uff!!  Me alegré al pensar que estaba cuerda.

Pasé toda la tarde pensando en ese tesoro, en el tesoro que Aletas descubrió y que toda persona tiene dentro de sí, aunque lo desconozca y no se dé cuenta. Ese tesoro que hay que cuidar, mimar, defender y limpiar para que brille y así poder compartirlo con todos. Cuanto más das, más recibes, y ese tesoro se va haciendo cada vez más y más grande.

Por fin llegó la noche, estaba rendida y me dormí en seguida. De pronto me despertó una voz:

- Hola, hola…, soy Aletas. Sólo desearte buenas noches.

Sorprendida felizmente, acogí esa noche un cariñoso beso que me dio un pececillo.

¡Y colorín colorete, por la chimenea se escapó el cohete!



(Hola, hola… soy Aletas, y voy a ser yo quién dedique este cuento, –sin que se entere la autora-, a dos amigos míos. Son dos chicos guapos, alegres y muy elegantes…, en una palabra, “imponentes”. A ti, Charlie, agradeciéndote todo lo que haces, y también a ti John, colega, que eres lo mejor que he conocido. Con todo mi cariño para vosotros).



jueves, 25 de junio de 2015

AQUÍ

Aquí estoy, amando una a una, tus penas y tus heridas, que por amor un día abracé e hice mías, todas mías.

Aquí sigo, y en cada amanecida, desvelando mi sueño en el que todo existe con delicias de verdad, de justicia, de fidelidad y de amor, quisiera ver la vida como la ves tú, porque ese despertar me sorprende con la realidad, que la verdad, deja mucho que desear.

Aquí permanezco, aunque nadie se fije, a pesar de que a veces sea molesta, pese a que algunos me juzguen y vuelvan sus rostros para no verme…

Aquí me quedo, como una flor que te alegre y engalane por unos breves momentos..., que no quiero yo que estés triste, ni tanto tiempo solo. Por eso, cuando llego, bajito te piropeo con requiebros, con lindezas de ronda…, es así entonces que me enamoro más. Cautivarte en estos momentos que tanto me cuesta remontar, ¡eso es lo que preciso!

¿Y cómo rondarte? Quiero hacerlo a voces y con el silencio; cuando hay sol y con lluvia, con ganas y sin ellas, con lágrimas y con espléndidas sonrisas… ¡Rondarte! Y comprobar que tu vista está en mí plantada. ¿Ves? Tú siempre me ganas, y si yo quiero rondarte, tú me enamoras con tu buscarme de esa manera que tienes tan elegante.

Así te acompaño siempre, esté o no a tu lado físicamente. Porque no hay impedimento, ni en el alma, ni en el sentimiento; tampoco en la distancia, ni en la predilección. Tú me quieres, yo te quiero ¿no es fascinante este amor?

Aquí continúo, contigo permanentemente, a las duras y a las maduras. Ahora es época de duras… “Siempre estoy a tu lado” me dijeron, lo recuerdo perfectamente, y abrigadas de afecto tengo en mí esas palabras. Pero todo cambió, ¡no sé por qué!  Esa vida contenta, se convirtió en un pervivir denso, que me hace sollozar sin recordar ya algún día sin lágrimas.

Mas aquí leal estoy, resuelta a asirme firmemente a la orla de la esperanza, para que el desconsuelo no siga horadando mi corazón y que la mirada se alce siempre buscando cobijarme en ti. 

Aquí te soy, y comprendo que el Amor lo hará todo. Recapacitar en ello y confiar en que será así… ¡eso sí que es un camino de rosas! Por eso no importan las espinas clavadas mientras estemos juntos en este jardín.

Aquí estoy,
Estuve ayer…, a veces,  
Hoy, por supuesto,
Y quiero, para siempre jamás.

lunes, 22 de junio de 2015

SINFONÍA

Cerré los ojos por un momento, para escuchar con la máxima atención aquel canon barroco. Cada una de mis células estaba atenta, escuchaban tratando de atraer hacía sí la belleza de esa armonía. No sé explicar aquella sensación… Un escalofrío me recorría la columna, como una caricia refrescante.

Agradecida por tal facultad que me permitía hacer mía aquella maravilla de sonidos de violines, bajos, flautas traveseras, y de otros instrumentos que desconocía, puse todo mi empeño para acoger en mí cada una de las notas que daban vida esos utensilios. Todos ellos parecían bailar a mi alrededor, desapareciendo, como por arte de magia, y después, entrelazándose unos con otros, formaban esa inmensa grandeza que conquista el corazón con el prodigio de la melodía, en la que ningún instrumento queda solitario.

Toda esa hermosa sinfonía me llevó muy lejos de donde me encontraba en ese momento. ¿Dónde estaba? Era algo sublime. Me encumbraba hasta las montañas más altas, hasta las nubes, y desde allí, divisaba la naturaleza entera en todo su esplendor. El firmamento me mostraba su semblante mirándome con ojos llenos de cariño. Aquellos acordes me tenían embelesada. El conjunto del universo, con cada galaxia, estrellas y planetas bailando con ritmo delicado y armónico, dibujaban espirales mientras los compases me hacían girar, girar y girar…

Con los brazos extendidos y abiertas las manos, sentía el tacto suave de algo que acariciaba a mi paso. Mis cabellos flotaban suaves, ligeros, libres en aquella brisa jugosa que me abrazaba. No sabría decir si estaba sola, o si alguien me acompañaba en silencio. Comprendía la presencia de la Belleza pero no la alcanzaba, únicamente la presentía.

Como un libro abierto esperando lectores a quienes acoger, abrigaba el deseo de quedarme allí para siempre. La sensación de alegría envuelta en el devenir de la música, me hacía arrinconar mis preocupaciones por unos momentos, y a la vez, me infundía enormes deseos de reír y llorar al mismo tiempo.

Quería rodear con mis brazos todo lo que me cercaba: el propio canto, el universo entero, cada uno de los compases que trenzaban los ritmos en un equilibrio espléndido…

Cuando finalizó aquella sinfonía, abrí los ojos, que llenos de luz y dulcemente sesgados, parecía que adivinaran mi sonrisa interior. 

jueves, 18 de junio de 2015

HORIZONTE

Hoy es uno de esos días radiantes y alegres. Uno de esos que te “guiñan un ojo” para invitarte a salir.

Hay jolgorio por los pasillos, y es que la primavera está en su punto álgido, y para un puñado de jóvenes es sinónimo de entusiasmo, risas, chillidos, canciones, palabras que no cesan…

Voy sorteando alguna que otra conversación de ese bullicio, y se me va la vista a la mañana, a su azulado reflejo. Me mira, se fija en mí con su refulgente claridad. ¡Tantas veces consigue embelesarme! Con su tranquilidad me envuelve y logra que aflore en mí la quietud y la calma.

El albor se descubre hoy por entre los rojizos edificios, los cuales, en sus balcones blancos y toldos coloridos, reflejan la dorada estrella que despunta con fuerza. Se diría que el día nos invita a despertar con premura.

Volviendo la vista atrás, recuerdo cómo de reojo, en el amanecer buscaba la claridad que se cuela por las rendijas de la persiana.

¡Qué gusto!, hoy no tengo prisa. A la sazón estiro los brazos, que buscan el encuentro con el diminuto haz de luz que cruza la habitación. Me gusta y alegra el poder disfrutar de un tiempo nuevo.

Una vez en pie, voy corriendo a la ventana para observar el horizonte… Las hermosas cumbres de la Sierra se dejan ver a lo lejos. No aparto la vista, y escudriño contemplando, todo lo que aparece en la lejanía y que aparenta no acabar nunca. ¿Qué es lo que busco?

Mis pupilas descansadas por el sueño, vuelan y persiguen ese confín que parece escapar a cada segundo.

Por favor, ¡no te vayas!, quiero seguirte; necesito descubrir qué escondes tras esa sonrisa perpetua que me concedes. Sé que por allí, asoma el calor y que también nace la luna, pero… ¿qué más encubres?

Tu reflejo a veces es azul y otras, irisándolo con picardía, haces que aparezcan colores incomparables, imágenes insólitas y sombras que me fascinan…

¿Cuándo conseguiré cautivarte, para que me des a conocer tus tesoros?

Tornaré una vez más a esperar un nuevo atardecer, para volver a mirarte. Y mirando y remirando, quizás me concedas algo con lo que soñar en la nueva noche; y acaso amanezca una nueva aurora haciéndome un guiño juguetón e invitándome a salir para volver a contemplarte.

lunes, 15 de junio de 2015

AMOR QUE QUIERO

Estaba cansada y necesitada de un poco de paz, una pizca de silencio, un insignificante soplo de quietud… Entorné los ojos; no buscaba el encefalograma plano, ni mucho menos, pero sí, la soledad más profunda posible durante unos segundos.

No lo logré por fortuna, porque aunque anhelando el abandono, comencé a pensar en lo que soy. Y fue entonces cuando surgió en mí, como una pequeña lucecita, una frase que me asombró: "Soy un te quiero". Me dispuse a jugar con estas palabras de forma embelesada:

Te soy quiero
Soy te, quiero te
Te soy, quiero te
Te quiero, soy te
Quiero te, te soy
Te, te, soy quiero
Te, te quiero soy
Quiero soy, te, te
Soy quiero, te, te
Te soy, te quiero
Te quiero, te soy
Soy te quiero
Soy, y te quiero

No recuerdo cuántas vueltas le di a aquella frase, pero su realidad se asentó en mi mente como lacre fundido: “Soy te quiero”, y es que eso es lo que soy. Pensando en ello, me estremecí comprobando que estoy tiernamente rociada de tu amor.

Soy un te quiero, a veces incapaz de hacer algo que merezca la pena; otras, soy un te quiero que no quiere dejarte ni a sol ni a sombra; en ocasiones, soy un te quiero “locatelis” que va a lo suyo, egoísta; ¡tantas veces soy un te quiero orgulloso!; tantas otras soy un te quiero que te persigue porque necesita encontrarte en todos y en todo… No seguiré enunciando porque, en un santiamén, apareció ante mí una lista de calificativos que parecía no tener fin.

Al fin y al cabo, lo mejor de todo es que, a pesar de las particularidades, muchas de ellas desdichadas, es maravilloso ser un “Soy te quiero”, y tú con eso, con lo que soy, a pesar de mí, todo lo vuelves excelente.

Déjame volver a recordar, una y otra vez, que eres el Amor que quiero:

Infinito tu perfume,
eterna tu beldad,
todo luz y todo paz,
que no quiero yo esperar,
ningún otro amor tan grande,
como éste que tú me das.


jueves, 11 de junio de 2015

MANTENER EL PERFUME

Una vez vi una película donde se reflejaba con gran fidelidad la revolución industrial del siglo XIX en Inglaterra. Me llamó poderosamente la atención, cómo millones de pequeños fragmentos de algodón, bailaban sin parar en aquel taller inundando el espacio. Se posaban en cualquier parte y parecían perseguir a los trabajadores posándose en sus ropajes, cabello, manos… ¡Nevaba algodón por doquier!

A veces muchas cosas nos rodean, nos envuelven y distraen, incluso nos llenamos de ellas, inhalándolas, haciéndolas nuestras; igual que esos trabajadores respiraban los pequeños trozos de algodón.

¿Y si yo fuera ese trocito de algodón?, ¿Adónde iría?...

¡Aquí estoy!, ojalá pudiera salir por alguna ventana, no quisiera ser causa de enfermedad para nadie.

- ¡Ah, por ahí me colaré! –pensé mientras me estiraba y me estiraba, queriendo llegar a una pequeña abertura cerca del marco del cristal-. Sóplame airecito que he de salir.

¡Allá vooooy!, un poco más…, tengo que estirarme más, todo lo que pueda, ya casi, casi…, ¡Ya está!

Uhh!! Que vientecillo tan agradable me acompaña. Ay, ay, ay, me hace cosquillas, y no paro de reír.

Mientras tanto, vuelo, me pongo boca arriba, y ahora boca abajo, me estiro y me encojo, con un pequeño impulso doy vueltas y vueltas…. ¡Qué divertido!

Y así estuve un tiempo largo... Subía hacia el sol unas veces, saludaba a los gorriones, pero salía corriendo, no fuera yo a gustarles para calentar sus nidos; y otras, bajaba y bajaba tanto, que temía ser pisadito por los transeúntes. Estaba así jugando cuando:

     -  “Mira Gloria, un trocito de algodón” –dijo un pequeño corriendo hacia mí-

Entonces pensé: “Estoy perdido”. El niño venía corriendo con su mano extendida para atraparme. Yo soplaba y soplaba todo lo que podía, pero no me moví ni un milímetro. ¡Y claro, me atrapó!

Después de observarme durante un buen rato, aquel chico, de ojos vivarachos y sonrisa espléndida, me apretó con fuerza en su mano, y… ¡visto y no visto!, cuando me soltó, estaba en algún sitio oscuro.

En aquel bolsillo del pantalón pasé mucho, mucho tiempo. A mí se me hizo eterno.

Repentinamente mi dueño empezó a correr, subíamos escaleras de dos en dos a juzgar por cómo rebotaba yo dentro de aquel bolsillo, y entonces oí:

-   “Mamá, cómo estás. ¿Te sigue doliendo la cabeza?

Noté un “achuchón” tremendo, que me mantuvo inmóvil un rato. ¡Ay! ¿Qué será de mi?, pensaba. Quería servir para algo, y ahora estaba atrapado en un bolsillo de un pequeñajo juguetón. ¿Cómo salir de aquí?...

De repente, pude ver algo de luz.  Sentí como me agarraban y tiraban de mí. Oí la voz del niño que decía:

-               -  No te preocupes mamá, te secaré las lágrimas con una cosa que traigo en mi bolsillo, ya verás. Mira, es un trocito de algodón que salió de la fábrica. No llores más, por favor.

En ese momento, delicadamente, cogiéndome con dos deditos, me acercó a unos ojos de mujer, que vi desolados pero preciosos; y suavemente, me restregó en un líquido perfumado de tristeza, de ensueño, de desamor, de dulzura… Me di cuenta que así eran las lágrimas de las personas que aman de verdad, y me alegré de ser útil. Me sentí afortunado de guardar esos diamantes líquidos en mi acogedor elemento.

Ahora el pequeño, me lleva despacio a sus labios, y para mi asombro, me besa.

Desde entonces, vivo en una cajita de cristal acolchada con trocitos de tela, un silbato, una pieza de ajedrez, dos canicas y varios botones de distintos tamaños.

El precioso líquido se secó, pero mantengo en mí el perfume del ensueño, la tristeza, del desamor y la dulzura, que albergué aquel día.

No volví a salir de la cajita. El peque fue creciendo, y aún ahora, de vez en cuando viene y me besa.


Soy feliz, porque he servido para algo.


(Para Pilar)

lunes, 8 de junio de 2015

RESPLANDOR DE PLATA

Tenía resplandor de plata mi amor esta mañana.

¡Qué precioso le vi!  Su reflejo color esmeralda, dejaba entrever finos hilos de otras tonalidades, que parecían imposibles de encontrar en una primera mirada, pero que sin embargo, bajo aquella luz tornasol, se descubrían difuminados, permitiendo que todo él resplandeciera de una forma encantadora.

¡Ay, ese reflejo esmeralda!…

Y es que en el amanecer, es cuando se tiene la mirada más limpia. Con el desvelarse, el rostro lavado, fresco y descansado, los ojos nuevos despiertan llenos de ilusión por otra alborada…

Lo de ayer es pasado inamovible, pero sin embargo, susceptible de cambio por la ternura. Lo de mañana será, si de suerte, hay despertares; pero lo de hoy…, lo de hoy es lo importante y se ha iniciado con tu brillo plateado. ¿Se puede empezar mejor el día?

¿Por qué no te miraré siempre así?  ¡Si es que lo necesito!  Preciso verte cada día con ojos nuevos, limpios, ilusionados, despiertos, serenos y valientes. Solo así, afrontaré la jornada con sonrisa y paz.

Tenía resplandor de plata…

¡Qué guapo estabas hoy! Voy descubriéndote. Estás para mí cada día. Qué pena no darme cuenta de que me llamas, que me invitas a estar contigo. ¡Qué distraída soy! A veces incluso me gritas, pero vivo en tantas cosas, que no soy capaz de escuchar tu voz. En otras ocasiones, mis auroras están repletas de prisas, de ruidos, de millones de sucesos, personas, y sonidos que no dejan al silencio establecerse con calma, y entonces no te oigo.

De vez en cuanto, qué nerviosa me pongo, me bloqueo, no sé qué decir, qué responder, cómo mirarte… Lástima perderme tu belleza en esas madrugadas, por mi mal carácter, por mi falta de atención…

Sin embargo, sé que siempre tendrás esa aurora llena de luz para mí, aunque no sea capaz de darme cuenta.

¡Qué belleza había en el resplandor de plata de mi amor esta mañana!


lunes, 1 de junio de 2015

¡SIEMPRE GRACIAS!

La primavera, es oler el azul del cielo; escuchar el sonido de las nubes; tocar el trinar de los gorriones.

El verano, es sumergirse en el calor del ocre; reflejarse en el oscuro espejo del sol; buscar la brisa escurridiza del amanecer.

El otoño, es vestirse con el oro del arbolado; buscar un nuevo sueño para el madrugador anochecer; es encontrar un abrigo al pie de la montaña sin ocultar el rostro al viento.

El invierno, es descansar la mirada en brasas chispeantes que reposan en el hogar; es ceñirse de abrigo y alegrar el amenazador cielo bailando con su aire revoltoso; es acurrucarse en las miradas de los niños para aprender a ser feliz.

Desde qué coordenada observaré hoy... ¿geográfica, o tal vez celeste? ¿estudiaré la longitud y la latitud, o surcaré otras medidas?

En la cúspide se vislumbra todo mucho mejor, pero ¡qué penosa es la subida!. El desnivel es considerable, pero mi corazón se va animando con las alegres voces de aquellos que no se cansan de alentarme. Al fin asciendo con paso alegre, porque sé que vienes conmigo dándome seguridad en el camino, ánimo y alegría para alcanzar la victoria... Y allí, en la cumbre, disfruto de este premio espectacular que se abre ante mis ojos.

¡Quisiera ver siempre las cosas desde aquí!

Descubro un río púrpura lejano, que parece recorrer los meandros esbozados por el sol. Bañan de rubí dorado todo lo que tocan... Mirando el beso del horizonte con la luz hallo mi pequeñez, y prendada de aquel cariño, sonrío.

Primavera, otoño, invierno, verano… Desde aquí no parecen estaciones diferentes. Lo que logra distinguirlas es la perspectiva del que observa, su mirada, su ternura, su querer abarcar las risas de todos los rostros, los colores y sus matices, las preciosas palabras, la belleza de las sinfonías, el olor a hierba mojada… ¡tantas cosas!

Otoño, primavera, verano, invierno… Desde aquí son todas alegres, y me invitan a quedarme.

Pero ¿qué está pasando? Oigo voces que se acercan y despiertan mi sueño.
Me doy cuenta de cuán agradecida he de ser, y de lo poco que lo expreso normalmente.

Contemplar tanta maravilla es un regalo que me ofreces cada día de mi vida, y por ello: ¡Siempre gracias!

(Se lo dedico a mi amiga Belén)