lunes, 22 de junio de 2015

SINFONÍA

Cerré los ojos por un momento, para escuchar con la máxima atención aquel canon barroco. Cada una de mis células estaba atenta, escuchaban tratando de atraer hacía sí la belleza de esa armonía. No sé explicar aquella sensación… Un escalofrío me recorría la columna, como una caricia refrescante.

Agradecida por tal facultad que me permitía hacer mía aquella maravilla de sonidos de violines, bajos, flautas traveseras, y de otros instrumentos que desconocía, puse todo mi empeño para acoger en mí cada una de las notas que daban vida esos utensilios. Todos ellos parecían bailar a mi alrededor, desapareciendo, como por arte de magia, y después, entrelazándose unos con otros, formaban esa inmensa grandeza que conquista el corazón con el prodigio de la melodía, en la que ningún instrumento queda solitario.

Toda esa hermosa sinfonía me llevó muy lejos de donde me encontraba en ese momento. ¿Dónde estaba? Era algo sublime. Me encumbraba hasta las montañas más altas, hasta las nubes, y desde allí, divisaba la naturaleza entera en todo su esplendor. El firmamento me mostraba su semblante mirándome con ojos llenos de cariño. Aquellos acordes me tenían embelesada. El conjunto del universo, con cada galaxia, estrellas y planetas bailando con ritmo delicado y armónico, dibujaban espirales mientras los compases me hacían girar, girar y girar…

Con los brazos extendidos y abiertas las manos, sentía el tacto suave de algo que acariciaba a mi paso. Mis cabellos flotaban suaves, ligeros, libres en aquella brisa jugosa que me abrazaba. No sabría decir si estaba sola, o si alguien me acompañaba en silencio. Comprendía la presencia de la Belleza pero no la alcanzaba, únicamente la presentía.

Como un libro abierto esperando lectores a quienes acoger, abrigaba el deseo de quedarme allí para siempre. La sensación de alegría envuelta en el devenir de la música, me hacía arrinconar mis preocupaciones por unos momentos, y a la vez, me infundía enormes deseos de reír y llorar al mismo tiempo.

Quería rodear con mis brazos todo lo que me cercaba: el propio canto, el universo entero, cada uno de los compases que trenzaban los ritmos en un equilibrio espléndido…

Cuando finalizó aquella sinfonía, abrí los ojos, que llenos de luz y dulcemente sesgados, parecía que adivinaran mi sonrisa interior. 

2 comentarios:

  1. Preciosa Sinfonía literaria que pasa del andante al alegro de tu poesía. Enhorabuena a la más maravillosa concertista!

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  2. Muchísimas gracias Rafa
    ¡Como se nota que lo de la música te gusta un montón!.
    He eliminado una entrada porque estaba repetida.
    Muchos besos y mil gracias de nuevo

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