Cerré los ojos por un momento, para escuchar con la máxima atención
aquel canon barroco. Cada una de mis células estaba atenta, escuchaban tratando
de atraer hacía sí la belleza de esa armonía. No sé explicar aquella sensación…
Un escalofrío me recorría la columna, como una caricia refrescante.
Agradecida por tal facultad que me permitía hacer mía aquella
maravilla de sonidos de violines, bajos, flautas traveseras, y de otros
instrumentos que desconocía, puse todo mi empeño para acoger en mí cada una de las
notas que daban vida esos utensilios. Todos ellos parecían bailar a mi
alrededor, desapareciendo, como por arte de magia, y después, entrelazándose
unos con otros, formaban esa inmensa grandeza que conquista el corazón con el
prodigio de la melodía, en la que ningún instrumento queda solitario.
Toda esa hermosa sinfonía me llevó muy lejos de donde me
encontraba en ese momento. ¿Dónde estaba? Era algo sublime. Me encumbraba hasta
las montañas más altas, hasta las nubes, y desde allí, divisaba la naturaleza
entera en todo su esplendor. El firmamento me mostraba su semblante mirándome con
ojos llenos de cariño. Aquellos acordes me tenían
embelesada. El conjunto del universo, con cada galaxia, estrellas y planetas
bailando con ritmo delicado y armónico, dibujaban espirales mientras los
compases me hacían girar, girar y girar…
Con los brazos extendidos y abiertas las manos, sentía el
tacto suave de algo que acariciaba a mi paso. Mis cabellos flotaban suaves,
ligeros, libres en aquella brisa jugosa que me abrazaba. No sabría decir si
estaba sola, o si alguien me acompañaba en silencio. Comprendía la presencia de
la Belleza pero no la alcanzaba, únicamente la presentía.
Como un libro abierto esperando lectores a quienes acoger, abrigaba
el deseo de quedarme allí para siempre. La sensación de alegría envuelta en el devenir
de la música, me hacía arrinconar mis preocupaciones por unos momentos, y a la
vez, me infundía enormes deseos de reír y llorar al mismo tiempo.
Quería rodear con mis brazos todo lo que me cercaba: el
propio canto, el universo entero, cada uno de los compases que trenzaban los
ritmos en un equilibrio espléndido…
Preciosa Sinfonía literaria que pasa del andante al alegro de tu poesía. Enhorabuena a la más maravillosa concertista!
ResponderEliminarMuchísimas gracias Rafa
ResponderEliminar¡Como se nota que lo de la música te gusta un montón!.
He eliminado una entrada porque estaba repetida.
Muchos besos y mil gracias de nuevo