La primavera, es oler el azul
del cielo; escuchar el sonido de las nubes; tocar el trinar de los gorriones.
El verano, es sumergirse en
el calor del ocre; reflejarse en el oscuro espejo del sol; buscar la brisa
escurridiza del amanecer.
El otoño, es vestirse con el
oro del arbolado; buscar un nuevo sueño para el madrugador anochecer; es
encontrar un abrigo al pie de la montaña sin ocultar el rostro al viento.
El invierno, es descansar la
mirada en brasas chispeantes que reposan en el hogar; es ceñirse de abrigo y alegrar
el amenazador cielo bailando con su aire revoltoso; es acurrucarse en las
miradas de los niños para aprender a ser feliz.
Desde qué coordenada
observaré hoy... ¿geográfica, o tal vez celeste? ¿estudiaré la longitud y la latitud, o
surcaré otras medidas?
En la cúspide se vislumbra todo
mucho mejor, pero ¡qué penosa es la subida!. El desnivel es considerable, pero mi
corazón se va animando con las alegres voces de aquellos que no se cansan de alentarme.
Al fin asciendo con paso alegre, porque sé que vienes conmigo dándome
seguridad en el camino, ánimo y alegría para alcanzar la victoria... Y allí, en
la cumbre, disfruto de este premio espectacular que se abre ante mis ojos.
¡Quisiera ver siempre las
cosas desde aquí!
Descubro un río púrpura lejano,
que parece recorrer los meandros esbozados por el sol. Bañan de rubí dorado
todo lo que tocan... Mirando el beso del horizonte con la luz hallo mi pequeñez, y prendada de aquel cariño, sonrío.
Primavera, otoño, invierno,
verano… Desde aquí no parecen estaciones diferentes. Lo que logra
distinguirlas es la perspectiva del que observa, su mirada, su ternura, su
querer abarcar las risas de todos los rostros, los colores y sus matices, las
preciosas palabras, la belleza de las sinfonías, el olor a hierba mojada…
¡tantas cosas!
Otoño, primavera, verano,
invierno… Desde aquí son todas alegres, y me invitan a quedarme.
Pero ¿qué está pasando? Oigo
voces que se acercan y despiertan mi sueño.
Me doy cuenta de
cuán agradecida he de ser, y de lo poco que lo expreso normalmente.
Contemplar tanta
maravilla es un regalo que me ofreces cada día de mi vida, y por ello: ¡Siempre
gracias!(Se lo dedico a mi amiga Belén)
Gracias a ti por llevarme de la mano hasta esa cúspide maravillosa.
ResponderEliminarEs cierto que el camino es difícil y que muchas veces el temor y el desánimo nos impiden ver la belleza de cuanto nos rodea. La tuya es tan grande, tan inmensa que ha desterrado mis miedos.
Gracias por tu cariño y por todo tu apoyo. Espero que esto solo sea el inicio de un largo recorrido juntas.
Millones de gracias por tu comentario tan cariñoso. ¡Menos mal que te has decidido a decir algo!, pero veo que nada de "crítica constructiva" eh?, ¡con lo que tú sabes!.
ResponderEliminarGracias por tu amistad.
Preciosa!! La cúspide, es cierto, es difícil alcanzarla, pero cuando llegas, ¡Menudo descanso y alegría! Desde luego, merece la pena intentarlo.
ResponderEliminarQuerida Ana:
ResponderEliminar¡Claro que merece la pena intentarlo! Siempre hay que intentar conseguir las cosas; luego, a lo mejor no damos la talla, no llegamos a la cúspide altota, pero lo que es seguro es que cada uno/a tenemos nuestra cúspide a la que debemos llegar, y a esa, llegamos seguro.
Muchos besos y mil gracias por tu comentario.