jueves, 17 de diciembre de 2015

TAN SEGURO, TAN CIERTO

Autora: Ana I.     Colaboración: María Carmey


La lluvia caída esta noche, limpiará mi tristeza. Más el sol saldrá entre las nubes, puesto que mi amor es de tal fuerza natural, que no se puede doblegar.

Tan cierto, como que vemos las distintas caras de la luna.


En el amanecer despertó la sonrisa, nació de nuevo el sol. Invariablemente aparece después de cada tempestad, puesto que mi amor, librando cualquier batalla, sale siempre vencedor porque es fiel.

Tan seguro, como que el calor derrite el hielo.


Quisiera que en cada aurora en la que se despierta mi sonrisa, ésta luciera con la misma fuerza del vendaval, puesto que mi alma se colma de alegría con todo el amor que tiene que dar.

Agradecida, vive hasta el final por todo aquello que me regalas.

Tan cierto, como que hay luz y oscuridad.


Me encuentro contigo, y caminamos. Vivimos juntos ese aparente inmóvil aroma de lluvia, que la noche anterior limpió una tristeza. Ahora sin embargo, nos acompaña acicalada una estrella que, haciéndose paso entre nimbos, descubre la hermosura en un tempranero paseo.

El agradecimiento respira alegría, puesto que todo nos es dado.

Tan seguro, como que no hay noche sin día.


Mi gran anhelo sería, impedir que la lluvia tuviera que borrar cualquier tristeza de tu rostro, más sólo soy una humilde mota de polvo entre sus manos.

Cada segundo, cada minuto, cada hora de mis mañanas y mis noches, traerán un nuevo significado de plenitud a mi vida, pues impresa en mi retina tengo grabada tu sonrisa encariñada.

Tan cierto, como que las estrellas brillan cuando cae la noche.


Tan seguro y tan cierto, como la presencia del sol y la luna en el cielo.


martes, 15 de diciembre de 2015

OJEAR ENTRE EL HOJEO

Las hojas yacían desordenadas, y coloridos maravillosos sorprendían surgiendo de entre ellas como sueños despiertos al alba. Cierta viveza y encanto agradaban el sencillo entorno que les rodeaba. Por lo demás…, se percibía el silencio en aquella librería.

La vista alcanzaba un horizonte luminoso y risueño que despeinaba con líneas llenas de vida aquel rincón ensombrecido. Éste parecía deslizarse entre repisas repletas de años y esperas. 

En aquella hermosa cepa los susurros lejanos despiertan impetuosos, acertando de lleno en un corazón que, con ánimo de prosperar, lucha por no levantar el velo de su mirada pues enamorado quiere esa compañía. 

Cuesta no moverse, y con el alma pausada pretende acabar lo que tiene empezado. Pero las voces no cesan, y aumentando su volumen de espesor casi aplastante, llaman al espíritu por su nombre. Una sombra callada penetra en aquel ánimo, y recuerda "tantas palabras"…; tantas, que quisiera tenerlas entre las manos, y ojear entre el hojeo.

La esperanza repasaba todas esas ilusiones; anhelaba atesorar cada una de las frases contenidas en ese cobijo.

Deseo acoger sus conversaciones con verdadero ánimo, y sobre todo, abrigarme con esa intriga que regalan sus narraciones... ¿Querrán volver?, me preguntaba.

La melodía de unos murmullos bulliciosos llenaba la imaginación de aventuras, y paseando sus quinqués en la noche, animaban a la curiosidad huída horas antes. Fue entonces que me vi corriendo, gritando sus nombres… Allí mencioné títulos originales esforzándome por llegar a todos…, pero mis pasos no avanzaban. Así, inquieta, no logré adelantar, pues el aire grueso y ajado me impedía recorrer cualquier pequeña distancia. ¡Os esperaré aquí siempre!, grité.

De reojo miro de nuevo, y desordenadas siguen aquellas hojas. Comprendo entonces el aliento que custodia sus corazones acicalados de esperanzas. Lo que buscan son miradas glotonas, anhelan el tesoro de algunos iris silenciosos que les acojan.

martes, 1 de diciembre de 2015

¡QUÉ FRÍO!

No encuentro despertadores esta noche. El día ha finalizado y un sinfín de voces, prisas, trabajos, sonrisas, esperas, ilusiones, tristezas, y un largo etc., me embargan y pesan a estas horas.

¡Cuántas cosas pesan! Aunque no se expresen, aún cuando sonriamos deleitándonos en conversaciones atrayentes y agradables; incluso cuando se fije el pensamiento en aquello interesante que tenemos entre manos… Pero también ¡cuánto se ama! Este amor es más grande y poderoso. Llena el corazón y hace que sus latidos aclamen con más viveza y energía todo aquello que forma parte de la vida, aún lo más baladí.

Queda poco para el invierno, y me estremezco pensando en el frío, en la nieve que ya apenas disfrutamos. El paisaje cambia, y el alma también. Es por eso que adentro hay que prender fuego, y avivarlo con interés acicalado, para que no se apague. Ojalá que nunca se extinga…, nunca.

El aire fresco se acoge en el rostro con alegría, y es agradable recibirlo como caricia esperada. Más ya no interesan las prosas, ni las miradas que antaño se regalaban, y la frialdad enloquecida, convierte en témpanos de hielo todo lo que convive con nosotros. Es por eso que el frío, quema.

¡Qué frío! Gélido es el derredor, y los carámbanos amenazantes, chocan entre ellos para hacerse presentes. Es momento de dar calor y bienestar, de ser acogedor y animar…, pero cada uno vamos a lo nuestro, y así las huellas desaparecen, siendo imposibles de rastrear. Acompañadme os lo ruego, no huyamos con los frenesíes cotidianos que nos oscurecen, ocultándonos para no volver a asomar.

Llega la quietud, el silencio, la reflexión… y cada cual se conoce.

No quisiera que acabara el día, y mi cansancio no encontrara paz. ¡Quiero volver a empezar! En aquel momento, oí mi corazón, su respirar, su trova… ¿Cuánto has amado hoy? ¡Pues eso es lo único importante!

…Y enseguida trocó el frío amenazador.  



martes, 24 de noviembre de 2015

¿ECHAS UNA MANO?

Carpetas  apoyadas  a los pies de  las  sillas, y mochilas abiertas donde florecen libros, folios, estuches…

Repletas están las mesas de estudiantes de diversas edades, que deciden apoyar aquella iniciativa. Se advierte que no apartan la vista de sus apuntes, y aunque a veces sienten cansancio, con naturalidad fresca y desenfadada, se acarician el cabello, o mueven con rapidez y energía el pie, descansando un momento de la rigidez de sus posturas.

Repentinamente, unos toques en la puerta indican el fin de la serenidad. El barullo hace su aparición, y toda aquella quietud degustada durante algunas horas, se transforma en lío, desorden metódico, risas chillonas, y una infinidad de frases joviales entonadas con enérgicas voces… Todos los escolares quieren cooperar con el esfuerzo de su estudio, para aquel proyecto que será posible en ese Continente. 

Es entonces, que entre esa algarada la imaginación vuela, y como si de un mágico cofre secreto se tratara, la cerradura del tiempo y del espacio se abre de forma misteriosa, apareciendo una imagen nítida, encantadora. Aunque hay oscuridades, no estremece; aún cuando la sequía le invade, su perfume se percibe exótico y agridulce… ¡Algo insólito en verdad!.

Se descubren los ojos de aquellos chiquillos con cabellos acaracolados, clavándose en algunas miradas ufanas que no entienden. Esos preciosos luceros alegres, entristecidos a la vez, se desconciertan por sus destinos. No suelen encontrar a alguien que les consuele y abrace. Ahí está nuestra acogida, que en ocasiones, dejando mucho que desear, les recibe con un horizonte raquítico y mezquino…

Aguzando los oídos, se pueden escuchar muy bajito, los tenues lamentos de sus corazones: “Nadie apuesta por nosotros, pues el manto vale más”. ¡Qué frase más dura!... Debería hincar en todos su vértice para despertar el oleaje de nuestros corazones. Ese pinchazo enérgico, agitaría la espuma espesa que poseen las almas, estallando el frenesí de la atención.  Pero ni al norte, ni al este, y tampoco al oeste les remueve esta oleada encarnada, y así, abrigando una quietud extraordinaria, arriban en otros puertos.
¿Acaso la tierra está enfundada en un chubasquero al que todo le resbala?

Vidas cercadas de selvas, bañadas en rocíos de impenetrables sinfonías afónicas…, pero a la vez, sonrisas ilusionadas, que si bien encarnan un paraíso olvidado en la vida de los otros, pronto rebrotarán fuertes, bruñidas, preciosas.

Sobre las mesas conviven libros, estuches, pinturas, compases… Un maravilloso lío armónico que entrelaza la ilusión, el esfuerzo, el juego, y un millón de cosas variopintas que simpatizan con esas edades. Concurre la tranquilidad…, y los problemas en nuestro entorno, son otros. Pero ahora están aquí, dando todo por ellos.

Rapunzel observa todo desde la atalaya, y su espléndida trenza rodeada de colores múltiples, se despeina para acunarse flotando en una melodía que atraviesa los delicados aromas tropicales. Con su mirada, colma la sala de brotes nuevos de solidaridad; y alienta a los visitantes diciendo: ¿Te animas a echar una mano?

Las carpetas se recogen, y saliendo con gran camaradería se despiden hasta mañana. Queda el perfume de esos trabajos brindados a unas miradas que sin vernos, nos ven.




martes, 17 de noviembre de 2015

ZURCIR EL PAÑO

Quisiera remontar…, pero no puedo.

Presiento el cielo que, velado durante un periodo de tiempo, surge oscuro y gelatinoso… Es extraño, y en ningún caso agradable. Entonces, desafío a la luz que no aparece, y al aire que esconde sus incontables brisas. Reto a las nubes oscuras, que enjutas atacan con sus filos apuntando al corazón, y es cuando con un silbido, las aves que revolotean ciegas, logran apaciguarse e inician el descenso para descansar un rato del torbellino… Incluso el serrín minúsculo que danza con un sinfín de cabriolas desiguales, se aleja agitado dejando una sombra cimbreante…

Busco el combate con el tornado, que es causa de los enredos que acontecen… En aquel momento, entre las costuras se deja ver la Paz. Esa Paz nunca se perdió porque convive con nosotros, y sigue ahí, aunque en ocasiones como hoy, el cortinaje lacio de la desdicha, abarcando el mundo entero, llene de opacidad un lugar, un momento, unas horas, unas vidas que se tornan oscuras.

El iris no puede controlar la luz, porque el agua riega con insistencia aquella mirada que fija está, y no repara en lo que acontece a su alrededor. Son unos minutos, pero parecen una eternidad… ¿Acaso no será esto un sueño?

¡Paz…! Incluso en los peores momentos de nuestra existencia, sentimos Paz. Aquel sosiego que corteja nuestras vidas, va zigzageando todo nuestro ser, y hermoseándolo con la belleza de la concordia, nos hace más humanos, y por ello, más de los otros. Por eso, no nos da igual lo que pase o deje de pasar… Lloramos con los que lloran, reímos con los que ríen, buscamos con los que buscan, pedimos perdón con los que lo piden, perdonamos con los que perdonan…

Soy igual que tú. Nos riegan las mismas miserias, idénticas desventuras nos hermanan, ya que estamos hechos de la misma “pasta”. Abofeteamos cuando hablamos; nos volvemos insoportables por nuestra fatua perfección, ¿o quizás debería decir imperfección?; alardeamos petulantes e insufribles, de sandeces, que como poco nos hacen perder el tiempo; y ahí a nuestro lado, están aquellos que tantas veces en vez de disfrutar de nuestra compañía, lo que hacen es “soportarnos”.

¡Perdonadme! He de pedir perdón también por los demás, pues todos somos semejantes, y quizás, no quitando la vida materialmente a nadie, puede ser que algunas veces hayamos robado la alegría de tantos con la indiferencia, con la impaciencia, con la aridez… ¡Perdón, os lo ruego!

Deseo ver la Paz en ti, y que recibas la mía. Quiero regalártela para siempre.

Estos días de atrás, como tantos otros, vemos que el mundo está dañado. En su cortinaje se hizo otro gran jirón. Por eso, anhelo zurcir el paño que poseo, para que por este lado del tejido no escape la armonía.

Entre las costuras se deja ver la Paz, la tuya, la mía, la de todos y cada uno.

Quisiera remontar…, ¡Contigo puedo!



jueves, 12 de noviembre de 2015

CERRARÉ EL CAJÓN

Esta vez no sé qué escribir. De nuevo las palabras se han escapado, y escondidas en los pliegues de mi ser, no se dejan ver. Quizás les dé vergüenza salir; a lo mejor no están seguras de sí mismas; es posible que tramen una sublevación, y enredadas unas con otras, mezcladas sin armonía, logren inventar frases que desconoce el universo… ¡Qué importa!, las encontraré. Me pondré a buscarlas ahora mismo.
¿Dónde estáis? ¿No sabéis que sois parte de mí?, ¿Es que no os dais cuenta que os necesito, que sin vosotras no tengo llanto?, ¿Que si no os trazo, se ahoga mi corazón? ¿Que mi alegría no es dicha, si no puedo compartirla con y por vosotras? No creo que queráis despedirme desapareciendo de mí... Venid, regresad.

Descuidadas están aquellas cortinas que, avivadas con bellos encajes, dan calor a un hogar que parecía olvidado. De entre ellas, sonrientes y pícaros, entran unos rayos de sol traviesos que buscan chapotear en la tapicería carmín del sillón. Aquellas chispas doradas, descansaban alegres mezclándose con el tejido que las recibía pleno de interés y sorpresa.

Allí fueron los ojos que miraban sin ver, aquellos que descansaban su poquedad en ese momento y lugar, pues no sabían muy bien dónde posarse. La respiración vivía lenta y fugaz; la vista descansada traspasaba la realidad, abanicando con su pausado parpadeo todo aquello que no se puede comprender. La atención, determinada en el amor que sentía, no deseaba irse de ese instante, pues le advertía en esa luz bruñida, le percibía en el albor, y amándole, florecía. La melodía siempre está ahí, guardando, viviendo, conversando…

¡Oh, palabras, salid de vuestro escondrijo! ¿No advertís cuanto os necesito? ¿Qué haré sin vosotras? Mi deseo de desear a veces me abandona, y ¿cómo contarlo?, ¿de qué modo amaré sin tus párrafos? ¿Cómo viviré sin tus frases? ¿Me ayudarás mañana a entonar la alegría de mi amanecer?

Acaracolando mi interior, quisiera acurrucarme junto a Ti. Siempre termino en tus brazos y, ¡dónde mejor!. ¿Sabes? Mis palabras se fueron, no las encontré…, llevo tiempo buscándolas, y no consigo que la riqueza de su compañía, su ánimo y seguridad, me acompañen continuamente. Las prisas me pueden, la gravedad de la vida no me deja tranquila, el vaivén diario me persigue…

Te busco querida serenidad; anhelo tu quietud y tu dicha. Sé que te encontraré, y entonces, cerraré enseguida el cajón para que no vuelvas a escaparte.

Esta vez no sé qué escribir.

domingo, 1 de noviembre de 2015

TU SONRISA

El preludio que escuchaba, hacía volar mi pensamiento a la expresión de tu sonrisa. Ella es aquel regalo del que disfruto, no solo cuando cierro los ojos y te veo escondido en mí, sino también en aquellos momentos en los que observo las miríadas de miradas que se cruzan con la mía cada día.

Ya era tarde, y sin darme cuenta me encontré saltando las gotas que caían con ímpetu en el pavimento rojizo. Me mojé, me impregné de tu llanto…, aquel que nunca vi en tu rostro, pero que empapando mi corazón, hacía correr mucho más rápidamente la sangre por mis venas. Tu sollozo caía, y bañaba la tierra como si ésta, sedienta de afecto, anhelara a gritos agua de cariño para su sed. Llorabas con tal congoja, que pensé que Dios no mandaría nubarrones nunca más.

La reflexión parlanchina, aflora con ocasión y sin ella, y esta vez me llevó a preguntarme ¿Por qué de vez en cuando disfruto tanto? No sé la razón, y en esta vida nunca la sabré. ¿Por qué enloquezco con las cosas más pequeñas?: Una brisa que besa a su paso, un rayo de sol que me estremece, el perfume de una pequeña flor, la grandeza de una sonrisa que llena mi corazón, un apretón de manos sincero, una mirada cariñosa, las gotas de lluvia que besan mi rostro… Si, a veces enloquezco con estas cosas.,,, y mientras, sigo saltando entre la lluvia, que atrapándome en su telón, no me deja ir. 

Durante aquel chaparrón, miraba la plaza antigua, y me llevaba hacia ella un sorprendente aroma a café recién hecho. La cortina de agua parece velar mi vista, y al apartar con mis manos la humedad de mi rostro, una ráfaga de viento me lleva a un precioso pozo, que henchido de lilas en primavera, alberga el almacén de tantas abejas juguetonas, que ahora escondidas, no quieren despeinarse con el agua.

El empujón del pequeño torbellino, me hizo fijarme en una veleta de colores que no paraba de girar en aquel simpático tejado, y como si de un carrusel se tratase, bailaba sin cesar, invitando a los paseantes a acompañarle en sus graciosos tirabuzones.

Existen instantes increíbles que, aunque vividos rutinariamente con anterioridad, se descubren en un momento determinado de la vida. Por eso, mirando hacia arriba, se alegraba un corazón al recibir la frescura de la lluvia que enciende sosiegos.

No se puede parar de sonreír, al escuchar el canto de la caricia del agua, que enamora la tierra que la acoge. Es en ese momento extraordinario, donde se serena el espíritu…

La noche ha pasado, y el amanecer es gris en la ciudad…, pero en mi alma brilla un sol espléndido. Es tu sonrisa, que nunca me abandona.



jueves, 22 de octubre de 2015

¡A OTRA COSA MARIPOSA!

Quizás hoy, lo peor de mí salió como lava de volcán hacía ninguna parte. Son las cosas ordinarias de la vida, que a veces caen sobre nosotros en avalancha, en el instante preciso en que disfrutamos de un momento de paz. Como no lo esperamos nos sorprende, y al ser personas humanas, normales y corrientes, esos traspiés que acontecen, exasperan la tranquilidad de la que estábamos disfrutando.

Quizás hoy salió lo peor de mí… Los volantes granas de mi ánimo, cortaban alborotados el aire que acompañaba a las bulerías de mis sentimientos. Éstos, llenos de lunares blancos, entonaban en ese momento un lamento taciturno, quieto, y de modo inusual, silencioso. Me quejé, me enfadé, el ceño se frunció… ¡Qué mal!, diría alguien a quien quiero. En ese momento te miré y musité: “Ni con palos aprendo”. ¿Cuánto tiempo tiene que pasar para que me dé cuenta, asimile, y corresponda con mi vida?  No fui capaz de responder…

En ocasiones, cuando aparecen estos sucesos, en un primer momento duelen, y no reconozco entonces, que aflorando en mi camino, son trochas que una vez paseadas en los atardeceres que enamoran la soledad, me llevarán lejos, muy lejos…  Y es que la bruma me enseña que son caricias risueñas que, si las aprovecho, no paran de renovarme. Qué tristeza da desperdiciarlas..., por eso es alentador prepararse para acometer con buen ánimo y valentía la siguiente ola que embestirá en cualquier momento, e invariablemente de imprevisto. ¿Cómo me encontrará la próxima vez?

Al momento, surge el discernimiento, la comprensión de la imperfección de la condición humana, y en seguida se vuelve a alegrar el corazón como si de un niño despreocupado se tratase, porque nuestra existencia va de tropezón a resbalón, así aprendemos, y nadie nos aguantaría, ni siquiera nosotros mismos, si nos creyéramos excelentes.

Quizás hoy salió lo peor de mí…

Menos mal que el talante cambió enseguida, y…  ¡A otra cosa mariposa!


lunes, 19 de octubre de 2015

RIZOS

Aquella luz sutil que, juguetona se colaba en la habitación, sacó de mí una sonrisa cuando más lo necesitaba. Ella fue quién me hizo caer en la cuenta, de esa vida que oculta existe, y solo asoma cuando la claridad llega.

Como si se tratara de un vendaval, advertí sorprendida que los rizos alocados del cabello, se enredaban muy lejos de mí. Aquello parecía una rama naciente de un marjal, aunque mis esfuerzos afanados, no lograron divisar con nitidez, qué era en realidad.

No dolía el tirón, pero sí el desgarrón que producía el renunciar al lugar donde me encontraba feliz. El temporal no se hizo sentir con toda su fuerza, sino que poco a poco, iba tirando de mí, apartándome de aquello que apreciaba… Una primera vez, derribó lo que asía con mis manos; después, izándome lentamente, me elevaba alejándome de aquel terreno que amaba; y ya una vez distanciada a la fuerza, solo me quedó la amorosa mirada que, desde la altura, no podía apartar de aquella rosaleda.

Sin embargo, la confianza premia su asimiento, y con gran alegría advertí mientras me alejaba, cómo las rosas iban abriendo y embelleciendo aquel jardín, que lleno de hermosura, albergaba con amor el mayor tesoro que había conocido.

¡Vaya condición que me rinde!, ¡Nunca se me habría ocurrido ser partícipe de tal perspectiva!… Por eso desde aquí, a partir de ahora, en las mañanas, me pondré mi rojo favorito, para que aquellas florecillas al notar el carmesí, se sientan amadas de verdad por un corazón siempre jugoso, que no quisiera dejar de palpitar por ellas. Por las tardes, robaré a la naturaleza un esmeralda, que irisado por el sol del atardecer, no se aparte nunca de aquellos rostros, dibujando sus sonrisas. Y en el descanso, las abrazaré con el pálido hálito de la luna, para arrullar sus sueños, y acompañarles en el despertar..., de ese modo nunca sentirán soledad.

Reconozco mi limitación, no obstante la luz alimenta mis alas, y las hace volar solemne y libremente hacía el sol. De tal manera es así, que andando por el cielo, me dejo caer para acariciar la sedosa y lozana tierra, y atónita observo que es agraciada en sus diversas texturas, aromas y colores. Llena de alegría por tal paseo, respiro esos perfumes, alimentando mi interior de la esencia viva y fresca de aquello que todo lo contiene.

Aún penden los rizos traviesos que abrazan con cariño aquellas florecillas, las cuales, sin saberlo, embellecen esa esquina de nuestro planeta.


jueves, 8 de octubre de 2015

COPOS DE NEVISCA

Si quisiera pintarte, lo haría con los ojos cerrados. Tu imagen sé de memoria, porque esbozada está toda en mí. 

Escuchando el eco de mi respirar pienso, "tantas veces te veo sin verte, que no entiendo porqué no te tengo más presente". No sé explicarlo, pero te siento profundamente. Aprecio en mí tu tristeza de una forma límpida y real; tus alegrías bailan conmigo como mariposas enamoradas de la luz que las irisa. Entreveo de un modo inefable cómo te sientes, y así, de manera extraña, se une a ti mi vida en los mismos sentimientos.

La música, que acontece con insistencia, sé bien que es para mí, y me hace fuerte no dándome recelo esta locura en la que soy, pues comprendo que asiéndome con fuerza a ti, correteo por esta tierra segura y feliz. Advierto entonces que tu linaje acompaña a una estrella prestada, que con ánimo bailarín, impulsa su quehacer con grandeza de aventura. En aquella hora, con exquisita deferencia, la envuelves en pequeños copos de nevisca, los cuales, atravesando despacio el cabello, preparan su descanso en el rostro que los acogerá.

En ocasiones clamo que no encuentro la luz, y es difícil hallarte. ¿Dónde estás?, no percibo tu fuego, ni siento tu calor… Cuando esto sucede, torpemente entorchada por la pena de no encontrarte, me enredo en la maraña de la soledad. Entonces, el desierto me acoge, y al cubrirme de su tesoro áureo, realza el llanto cobijando en sí un vergel precioso, que despierta la viveza por encontrarte de nuevo.

Si la mirada rebusca, solo bruma distingue, pues llegó la tempestad, y no deja abrir los ojos, que así se llenan de suciedad, por una polvareda trenzada en derredor. Rotando la arena, se clava como alfileres por todo el cuerpo, y sin darme cuenta, en ese mismo instante, se desvela la renuncia.

Sin descanso, cuando peor es el momento, las angustias surgen como bestias, que fuera de sí, vienen a devorar todo lo que encuentren. Arropo entones mi rostro con las manos, y plisada en mí misma, espero la inminente dentellada. El silencio, loco, me grita… 


Abandonada incluso por mis pensamientos, me sorprenden los besos que vuelvo a encontrar cuando la nieve reaparece y me lava. La paz me alcanza, y como si se hubiera tratado de un simple mal sueño, quedo tranquila y feliz sabiéndome en Ti. Ya no hay desierto, ni vergel, ni tormenta, ni arena… Solo tu abrazo percibo, y vuelvo a ver en el Cielo ese tesoro de luz, que me hace recordar tus copos de nevisca.


viernes, 18 de septiembre de 2015

¡RESPIRA!

Me cuesta respirar, y la calma entrecortada traspasa lo que soy haciéndome vapor, dejando en el lar de aquel aire que escapa en cada suspirar, un vacío enorme que mi pecho no vuelve a recuperar. Me duele esa huída, porque se lleva en su bocanada parte de mi fuerza, de mi vigor... más aún, me arrebata a mí misma.

Sí, lo acepto. Sí, aunque lo sombrío vuelva a recubrir con su manto opaco lo agradable, lo bello, lo bueno. Sí, aunque repugne la pena y la inquietud a la que da existencia. Sí, un sí de toda mi alma. Pero no quisiera soportarlo, sino estrecharlo con todo mi ser, como si me convirtiera enteramente en un par de brazos que, acogiendo dan calor, ánimo, seguridad, consuelo, comprensión, amor…

Qué difícil es esto, pues no son perlas, ni alhajas preciosas; tampoco guirnaldas de flores que, dibujando corazones, están dispuestas y resueltas a colgarse en todos los cuellos que encuentren. Nunca fueron mariposas que se enredan entre colores imposibles de pincelar; y jamás se parecieron a aquella sonrisa abierta, que antaño invitaba a seguirla con la confianza de la vida fácil y despreocupada.

¿Qué quieres de mí? ¿Lo estoy haciendo bien?... 
Recapacitando en esto, me doy cuenta que soy capaz de hacer las nadas, y dejarte a ti emprender los todos… Aquellos todos, que todo abarca.

¡Respira!… y consuela con tu resuello al mismo viento que te rodea, que se descubre triste porque nadie le mece. Respira, y exhala tu interior para que, uniéndose con el vigoroso aliento, den cabida a un pequeño tornado que arrase con todo lo que desune. Respira, y sigue respirando mientras, consciente de la maravillosa vida que te rodea, vuelves a perfumar con tu poco, algo de la nada que aún hay en la tierra.

Respira tu propio aliento, inúndate del aire que rebosa la verdad, pues ésta, junto con la sonrisa de la libertad, te llevarán a darte un respiro para continuar respirando, porque mientras así lo hagas, tendrás ánimo, vivirás…

El cítrico reflejo que diviso desde aquí me ha invadido con su luz, y dos ramas de altos álamos que asoman en la entrada, parecen fijarse en mí. Frotando sus hojas contra el muro, por el aire reinante, murmullan: “Abarca todo lo que puedas con tus brazos”.

Por un momento hubo silencio. No apreciaba la vida de mi corazón, pues sus latidos no me reanimaban… Entonces cerré los ojos. Enseguida vino a mi mente la playa que descalza pisé hace apenas unos días antes. Esa arena me perseguía levantándose en cada una de las pisadas que daba. En esos paseos respiraba, me henchía de esa brisa fresca marina que me regalaba el océano, y que consciente de su valor, inhalaba profundamente queriendo guardarla para siempre, y así ser renovada por dentro.

¿Para qué quiero tanto aire bueno? Para llenarme y abrazarte todo lo que pueda, y así refugiarte, tal y como me aconsejaron aquellos chopos bailarines.



sábado, 12 de septiembre de 2015

RAILES Y TRAVESAÑOS

Un fuerte y continuo ruido me despertó de madrugada. El agua golpeaba con energía los cristales y refrescaba el ambiente de la noche.

Abrigándome del frío escuché como un susurro: "Por favor, no huyas de este ahora, recuerda esos momentos en los que te escapabas haciéndote una misma cosa con el viento… Es ese mismo soplo el que hoy vuelve, y te llama".

Mi pensamiento recordando, se fue a aquel entonces, en el que subías hacia el nubarrón dejando una estela de índigo vivo, y tus pinceladas adornaban el trono del Cielo. Te miraba mientras descendías al escabel, y me parecía que los propios Ángeles te acompañaban… ¡Cuánto disfrutábamos! ¡Qué días aquellos! Recuerdo infinidad de cosas, como si hubieran ocurrido hace solo unos instantes.

Ahora miro con cariño esos raíles que, apoyados en los travesaños y sujetos fuertemente a la tierra, soportaban amablemente aquella locomotora vieja pero simpática. A ella, enganchaban unos vagones señoriales, fuentes de nuestra alegría, pues nos llevaban a soñar con lugares inexplorados, lejanos, llenos de secretos que desvelar.

Éramos niños, y la imaginación nos invitaba a volar, a vivir miles de aventuras maravillosas que convertíamos en realidad en un santiamén.

¡Qué habrá sido de ese tren!... A lo mejor descansa en un museo importante; ¿acaso lo emplearían como chatarra? ¡Oh, no!. A lo peor está olvidado y oxidado en una cochera vieja y lejana… ¿Y todas nuestras aventuras?, ¿dónde se quedaron? Cada una de ellas vivía impregnada en las estancias de ese ferrocarril, y ahora, ¿seguirán viviendo allí?, ¿habrán permanecido sus perfumes?

Cierro los ojos y veo sus remaches dorados, además de aquella pincelada granate, que con magnífica perfección, cercaba cada puerta de esos espléndidos compartimentos, en los que encontrábamos confort y abrigo. En ellos vivíamos nuestras batallas, descubrimientos, y un sinfín de historias…, todas ellas distintas y fascinantes.

Repentinamente dejé de oír la lluvia, y el sueño poco a poco volvía a abrazarme acurrucándome suavemente entre sus brazos. Sin embargo, aún me dio tiempo a recordarte, y abandonándome en Morfeo, no quería dejar de escuchar el sonido de aquella vieja y acogedora locomotora, en la que tu y yo soñábamos conquistar el mundo, ese mundo que hoy de nuevo te entrego a ti.


sábado, 5 de septiembre de 2015

PARA SIEMPRE

De suerte está la muerte. Juega con la sinfonía que parece no acabar nunca, y entrelazándose con ella, riza la vida que nos queda.

Las notas del piano corretean con los violines, y al fondo, con cierta timidez se escucha la edad, los años que vividos, pasan como si no fueran nuestros.

El armonio sucumbe a la tentación de unirse a la composición, y como si se tratara de una bonita escarapela, se sitúa en un lugar privilegiado para continuar el ritmo de la respiración, y allí, escucha los latidos con el afán de reproducirlos con su teclado.

La calma baila entre los segundos clareados, y el pensamiento acorde se une al corazón para ser uno…, para siempre uno.

¡Como obviar nuestro ser! Vivimos, existimos, somos; lloramos, reímos, cantamos... Nada hay en nosotros que en verdad repudiemos, aunque así lo asintamos en tremendas ocasiones. La unidad es nuestra sinfonía.

Mi música vive de inapreciables detalles. Es por eso que mirándote a los ojos, no puedo más que decirte que estoy para ti en este momento y siempre. También para ti, y asimismo para aquel, y además para aquella otra persona…. Sí, para ti, que estás leyendo ahora estas palabras que me llevan a tu lado. Estés donde estés, deseo estar contigo. No importa la distancia, ni el lugar, ni la edad, ni el momento, ni la estación del año, ni la dificultad… Pretendo acompañarte hoy, ahora que danzas con la soledad; en este momento que ríes y eres feliz, también cuando lloras y te encuentras solo; por supuesto cuando disfrutas de esa noticia, de esa visita, de esa alegría que te hace regalar sonrisas; también en el día de hoy, en el quieres desaparecer del mundo porque has cometido errores… También me siento así, por eso quiero estar contigo de sol a sol.

Significativo es este conocimiento, porque de suerte está la muerte, y no queriendo ser víctima de su propio ego, sale de sí misma, y tornando, busca darse para vivir, para hallarse en alguien que la mire y así existir dejando de ser nada.

La sinfonía sigue y seguirá, y esta vida mía no es tal, porque es y será para siempre toda tuya, con sus pentagramas torcidos e incompletos, pero auténticos y libres. 



domingo, 23 de agosto de 2015

LA GEMA ESCONDIDA

La pluma quiere escribir, pero afloran tal cantidad de imágenes, sonidos y añoranzas, que desearía sellarlos con el lacre de aquellos instantes existidos repletos de alegría, algún que otro dolor, trabajo intenso, un sinfín de risas y llantos, juegos, paz… Un sello acicalado de múltiples colores y texturas que, avivado con la llama de lo frecuente, se fundiera de manera despeinada, bosquejando la maravillosa imagen de la vida.

La tinta pizpireta tiene envidia de la sangre que aviva el ser, y se pasea investigando con interés el corazón. Allí, realizando innumerables danzas, adorna con sus agiles pliegues los rincones más oscuros, aflorando en ellos una savia renovada, que acompaña al recuerdo con la alegría sincera de lo vivido.

Bañada en delicada luz persevera nuestra existencia, con una claridad que alberga quizás un adormilado entusiasmo pasado. Esa luminaria impide asomar la desazón, que brusca y peligrosa, quiere hallar el espíritu. Solo la tristeza proporcionaría una catástrofe ingente, por eso no hay que dejar que la melancolía impregne nuestro ser.

La causa de la alegría, es esa gema escondida que luce y lucirá siempre. Dorada por el sol que la irisa, su resplandor hace que emerjan de ella incontables rayos espléndidos que a todo ser llega. Es entonces cuando el alma rendida quiere darse a conocer, y luciendo sus mejores galas aparece optimista, esperanzada, alegre… ¿Creías dulce amor que ya no lograrías amar más? 

¡Qué dicha el soñar llenar tu puerta argentada de infinitos besos para que nunca te falten, y que gusto despertar anhelando en secreto todas tus miradas, que escondidas, miman con el calor de la confianza y del cariño!

La pluma quiere escribir, y el corazón conmovido corteja a la razón para que, encaramada en su torre, escuche su tonada enamorada.

Lacrado y sellado.

martes, 11 de agosto de 2015

PAZ

Cruzando atolones fundidos en destellos preciosos, descubrí embelesada el nacarado alarde de la laguna, que en aquel instante me pareció infinito, por la celeridad del océano en alcanzar la arena. Es magnífico todo lo que revela la contemplación.  

Más allá del arrecife, en las montañas escarpadas, afloraban conchas arrastradas por la corriente. Se asemejaban a pequeños palacios, que escondidos en el gran azul, luchaban por pasar desapercibidos y vivir en sosiego por toda la eternidad. 

Los dorados reflejos de sus capuzas, regalaban bajo la espuma fresca su esplendorosa simplicidad, y concedían el obsequio de un tintineo alegre y vivaracho al encontrarse con la roca. De allí nacían las melodías que, alentándome a la aventura, me instaban a perseguir el vaivén de las olas. Escuchando aquella armonía, pensaba que era una suerte maravillosa poder acompañar su son.

Acudir a la cita del momento no era fácil, pero intensamente apetecible. Los acantilados orgullosos no saben de delicadezas ni tampoco de amor, por ese motivo se alzaban impertérritos no dando cabida a preocupación alguna. Ellos recordaban el perfume que les visitó, el cual, sondeando sus tallados rincones, esculpió un sentimiento pétreo en algún que otro corazón, marcando con gran aplomo su existencia.  

La espuma nacida del mar acudía a abrazar la tierra, y allí ambas se aliaban para volver a tornar. Quizás partían acompañadas de algún que otro coral, o de perlas finas desprendidas de sus mansiones, acaso por ventura, de fresca hiedra arrancada de alguna atalaya…

La mirada del océano me alcanzaba, y con su sinfonía penetrante me cautivaba de tal manera, que traspasándome con su tonalidad, me hacía completamente transparente. En ese encuentro agradable e inesperado, la brisa salada abanicaba un alma que, refugiándose en la verdad, vivía colmada de paz.

Cruzando atolones fundidos en destellos preciosos nacarados, descubrí embelesada la fuerza de esa criatura, la cual repleta de vida, abrazaba con su burbujeo todo aquel rompiente.


lunes, 3 de agosto de 2015

DÍAS DE DESCANSO

Voy a descansar unos días, por ello las publicaciones serán más espaciadas.
Mil gracias a todos.
Hasta muy pronto.

EL AMAR DEL CORAZÓN

¿Quitarías un rayo de sol al día?
Sería suicidio, oscuridad celeste,
porque por poco que se le reste,
el astro necesita de su total energía.

Así es la vida del corazón,
muy  lleno solicita estar,
y es lo que hay que adivinar,
¿De qué embriagarle con cierto tesón?

Si de cosas vanas se ocupa,
de ternura hay que colmarle,
y conseguir de un amor hartarle,
así de suerte ya no preocupa.

Para ablandar cualquier corazón,
respetando su néctar sutil,
háblale bajito en su veril,
y abrázale con tierna sazón.

Esperar que el corazón contente,
y al mirar su crisol henchido,
de surco irisado renacido,
alentarle a que torne naciente.

Amar, y por amar dispuesto a sangrar.
Que de esta suerte después de la muerte,
fijada para siempre queda nuestra suerte,
y por tanto, amando lleguemos a amar.

Porque solo se ama en la vida,
aprovechemos toda ocasión,
la confidencia, afecto, lealtad y unión,
lograrán la mejor acogida.

¿Quitarías un rayo de sol al día?
Si se dejara de amar, se moriría.


lunes, 27 de julio de 2015

REMEMBRANZA

Al mirar el firmamento,
se percibe cayendo un hilo,
de un algodón que de duelo,
quiere perderse en sigilo.

Despacio se desplaza,
sin prisa alguna requerida;
mis anhelos son los que sin espera,
no temen dolor en la caída.

Sonidos llevo muy dentro,
no pierden ocasión de paseo,
la remembranza no vive el descanso,
¿Dejarán constancia la paz y el sosiego?

¡Si pudiera vaciarme!
¡Si mis recovecos bruñese!
luz cegadora gozaría,
viraría todo mi eje.

¡Oh Claridad!, resplandor maravilloso,
muestra ahora lo ajado,
y danzando con júbilos pasados,
desenreda lo intrincado.

viernes, 24 de julio de 2015

EL MEJOR DESCANSO

De nuevo estoy sentada en uno de mis puntos de inspiración. Ha sido difícil esta vez porque ese deseado “hálito mágico” no llega con la frecuencia que desearía.

Pienso en este periodo estival y no puedo evitar escuchar el silencio roto por las chicharras, que no dejan de quejarse y abanicarse con tal alborotado denuedo, que algunas aves vecinas no pueden calmar a las crías en sus nidos. Y es entonces cuando aparece en mi mente el sosiego…

¡Qué importante es descansar! Y eso ¿por qué?, me pregunto.

Absorta en ello, reconozco que cuando no descanso tengo ojeras, los ojos se entornan, el ánimo aparece perezoso, florece un pequeño ánimo por empujar el cuerpecillo que vive con lentitud, pero éste no obedece todo lo que debiera. Igualmente soy consciente que “no doy ni una en el clavo”: me confundo, me despisto, pierdo la atención, no contemplo, me cuesta pensar, no percibo lo bueno y… ¡Y esto no puede ser!  ¿Te pasa a ti lo mismo?

Es una pena porque, al estar cansado no se sueña, no se reflexiona, ni parece existir quimera alguna; se disipa la aprehensión de la perfección, no se ve la belleza por ningún sitio, y tampoco se afirman las cosas buenas y positivas. Es también probable que nos perdamos en nuestras propias quejas y no disfrutemos de cada nuevo día, de su fragancia, de su claror, de sus enormes posibilidades... Y lo peor de todo sería, perderse las miradas, las sonrisas, las tiernas palabras de todos aquellos que queremos y nos quieren…

Aún sabiendo lo que hay que hacer, dónde se ha de mejorar, lo que hay que cortar, y en qué batalla se ha de luchar, nos seguimos dejando llevar por el viento de la propia extenuación. Y es que faltan las fuerzas para poner los medios y salir de ahí. ¿Quién nos ayudará? ¿Encontraremos cariño y comprensión en esos momentos?

¿Por qué soy tan débil?, me pregunto. ¿Por qué me cuesta tanto? Es una realidad objetiva que a estas alturas, final de curso, ya no puedo más, y me doy cuenta de mi flaqueza, sobre todo cuando cometo errores. ¡Que no soy fuerte, que no!  Menos mal que al tropezar, vamos aprendiendo.

Ir “tirando” día a día, hora a hora, segundo a segundo…, así es como nos vamos nublando de nuevo, y la verdad, no quisiera se cerrarse el cielo otra vez. Para ello, custodiaré la paz, respiraré intensamente para llenarme de armonía, diré que “no” a muchas cosas…; pero esto es algo que hay que aprender y no es fácil.

Al fin pienso que lo único importante es no perder de vista lo que realmente importa, y seguir disfrutando de los detalles pequeños de tu cariño, de los ratitos de tu compañía…  Y habitando en estos pensamientos, se me ocurre preguntarte: ¿Tú no te cansas de mí?

Tú me descansas, me sosiegas, irisas la paz… ¡da gusto estar contigo! Con la suavidad que emana de la fragancia noble de tu corazón, disipas todo lo que me contraría y cansa.

Hallarse lleno de locura, de ecos y voces, con tantas huidas y afanes distintos, con amargos lamentos de anhelos ensortijados, de errores grises que nadie comprende… Todo esto agosta.

Sin embargo cuando te acercas, oigo tu cadencia, y todo en mí se transforma en un pentagrama saciado de notas bailarinas, que con garbo alegre y adornado, trenzan un ritmo encantador. En ese momento en el que estás conmigo, advierto la frescura de aquella llovizna que, mandando sus gotas para que jueguen recorriendo mi rostro, anhelan albergar eternamente para ti mi lozanía. Puesto que estás junto a mí, todas aquellas alegrías y sinsabores que voy viviendo, no son más que un pretexto para pegarme más a tu ladito, y saborear contigo la felicidad de estar siempre juntos. 

¡Y es que nuestro amor, es el mejor descanso!


lunes, 20 de julio de 2015

LLOVÍA

Llovía. El día era oscuro y desordenaba nuestras personas influyendo en los caracteres, en el ánimo, en todo lo que somos.

La verdad, es que fue un respiro después del calor de los días pasados. Más, al contemplar los rostros, observé que la mirada se empequeñecía, el ánimo se velaba, la alegría habitaba en silencio, y el humor se incomodaba. Entonces con ánimo renovado, pretendí descubrir mi isla del tesoro, navegar por los mares recónditos, para encontrar el modo de deleitarme con el día plomizo.

En ese alba no había azul; el gris y el malva, ceñidos por un cierto rosado aloqueño, parecían perseguir  un filamento morado que pretendía escapar del conjunto. Me recreé en mirar esta reunión celeste, y como si no existiera persona alguna más en esta tierra, me atribuí el destino de ese baile astral de ritmos descuidados.

El agua refrescaba, y me divertía pensar en los jardincitos jóvenes que necesitaban de ese líquido de vida. Verdearán y florecerán fuertes, estoy segura, y darán contento y belleza al entorno que circundan. ¡Oh!, pero ¡cuánto cuesta sacar las cosas adelante! Siempre hay sinsabores, penosos afanes, trabajo que parece no ser percibido…, pero solo lo parece.

Llovía, y el aroma era especial. Esa fragancia es un regalo que me encanta. El olor a tierra mojada, a primavera renovada con perfumes distintos, son el deleite de los paseantes, que salen a encontrarse con el esplendor de ese frescor. Todo ese perfume vivo, jovial, me seducía y secretamente agradecida, disfrutaba de él.

Llovía. En ese momento, solo se percibía el gorjear y el trinar de los gorriones vecinos, que estaban felices con esa jornada distinta, y no paraban de cantar, acompañando el sonido de las gotas de agua, que al caer besaban el suelo desapareciendo en el inundado empedrado.

Esa lluvia me recuerda tu esencia de primavera fresca... 
¡Qué gusto!